Como parte de su estreno en las redes sociales, el presidente Correa hizo públicas el domingo sus ideas sobre la reelección de Fernando Cordero en la Presidencia de la Asamblea. Habló de “mayoría conspiradora” para referirse a la posible mayoría opositora; de “deslealtad”, para nombrar los méritos de Betty Amores, de “traidores”, para mencionar a quienes se han alejado de su acción política.
Se antoja que detrás de esas descalificaciones persiste la ya conocida visión unívoca, que le aporta muy pocos elementos para lidiar con una realidad política, que, quiéralo o no el Gobierno, es distinta. Es muy decidor que solamente a punta de maniobras forzadas AP haya podido proclamar el triunfo de Cordero.
Si el 7 de mayo hubo un significativo pronunciamiento contra las tesis gubernamentales que no fue endosable a ningún movimiento ni partido, hoy de algún modo en la Asamblea parece configurarse una escena que refleja ese nuevo momento y que es muy distinta a la de las lejanas elecciones abrumadoras.
Quizás el Gobierno debiera analizar a fondo por qué se produce el alejamiento. La experiencia muestra que más bien es el poder el que tiene la facultad de mantener a los propios y de atraer a los contrarios en función del reparto de cuotas. Más todavía si esgrime cada tanto el chantaje de la “muerte cruzada”.
Al limitarse a seguir acusando de conspiradores y traidores a quienes han disentido o se han alejado en estos años, lo que intentan el Presidente y su Gobierno es que la realidad se adapte a su plan, contra todas las evidencias.