La nueva cinta de Tania Hermida puede calificarse con adjetivos antagónicos: tierna y dura, divertida y seria, inocente e ingeniosa. Hermida prefiere decir que ‘En el nombre de la hija’ es una comedia triste.
“Yo describo también mi primera película (‘Qué tan lejos’) como comedia triste, porque siento que a pesar de que hay humor en las dos películas, cuentan una historia triste”, dice Hermida. En la cinta, que se estrenará el 9 de septiembre, Manuela es la protagonista. Ella es una niña de 9 años, con fuertes convicciones inculcadas por su padre (socialista y ateo), pero que pueden quebrarse cuando llega a casa de sus abuelos en Yunguilla, Azuay.
Manuela y su pequeño hermano Camilo pasan en la casona de sus abuelos mientras sus padres están de viaje. Ahí deben convivir bajo las normas católicas y estrictas, impuestas especialmente por la abuela Lola.
Tanto en el universo de la niña como en el de la abuela existen, dice Hermida, unos símbolos que son considerados sagrados, que no pueden ser cuestionados o vulnerados. La directora muestra en la cinta cómo esos dogmas “se deconstruyen y la niña queda enfrentada también, metafóricamente, al fin de la niñez, al fin de la inocencia”.
La ternura e inocencia son encarnados en el filme por Manuela, su hermano, sus primos y Pepe, el hijo de una de las empleadas de la casona. Y ellos mismos pueden mostrar la dureza de la estructura social.
La historia se desarrolla en la década de los setenta, cuando en América Latina rigen las dictaduras y la rebeldía se junta con el olor a revolución. “Quizá hasta hace 10 años no podíamos ver a los 70 como fábula, porque estaban muy cerca y aún estábamos metidos en esa lógica. Ahora ya podemos verlos como fábula”.
Hermida hoy tiene una mirada más crítica de los setenta. Y eso es su filme, una película crítica. Llena de símbolos, como una imagen de Marx que simula ser La Dolorosa, que ayuda a poner otro calificativo a la cinta: irreverente y antidogmática.