No son las heridas ni su pasado lo que define a Mayra Amaya. Es su impulso por sanar y por continuar con su vida después del episodio de violencia física que vivió.
En 2018 decidió levantar su voz y contar el abuso que sufrió por parte de su exesposo. “Es una persona que nunca aceptó nuestro divorcio y tampoco que yo pueda rehacer mi vida; aunque tengo una boleta de auxilio, eso nunca ha sido una limitante para él”.
Mayra estuvo casada por 13 años. Cuando estuvo embarazada de su segundo hijo, descubrió que su esposo le era infiel. Desde ese momento cambió la relación.
En un inicio las agresiones eran psicológicas. Frases como: “estás fea” o “no me gustas” fueron un eco diario. Pasaron cuatro años para que Mayra tomara la decisión de separarse. En ese momento, su esposo la agredió físicamente, al punto de enviarla al hospital. Ese acto fue el detonante para alejarse e iniciar los trámites del divorcio.
Después de hacer público su caso en redes sociales, esta mujer de 37 años recuerda que “estaba saturada de mensajes y de personas que querían apoyarme”.
Entre esas muestras de respaldo recibió la llamada de Alberto Núñez, director de la Fundación Arnuv (Acción Rápida No Violencia), quien le explicó sobre el Proyecto Violeta, que es una iniciativa ideada por la Fundación, que ofrece una terapia asistida con canes para mujeres sobrevivientes de violencia.
“Me gustó este proyecto. Tiene una doble causa: no solo construye una herramienta de seguridad para las mujeres que estamos rompiendo estos círculos de violencia, sino que su principal mecanismo es la adopción de un perro que puede estar en situación de calle, refugio o albergue. Los entrenan y se convierten en un soporte emocional para nosotras”.
Fuerza progresiva y cariño constante
Alberto es quien se encarga del entrenamiento de los perros y marca un principio claro para comprender el objetivo de la terapia: “Nosotros no adiestramos a perros para que sean agresivos. No muerden, no atacan, sino que se convierten en un elemento de disuasión que permite mantener una distancia segura entre agresor y víctima. Así, la usuaria puede buscar ayuda, ponerse a salvo y huir”, afirma.
El proceso es personalizado y acompañado por un equipo de profesionales que entrenan al can para que su presencia disuada al agresor, además de una evaluación psicológica a la mujer para saber si puede encargarse del perro. Así fue como Inti llegó hace dos años a la vida de Mayra. Es su cuidador, un ser que le da seguridad.
Inti es el perro de 2 años que la acompaña. Le hicieron un test para saber si podía ser adiestrado.
“Él no se guía órdenes -dice Mayra-. Ahora lo hace y sigue aprendiendo. Puede, incluso, identificar circunstancias agresivas y reaccionar ante ellas. La Fundación nos brinda un seguimiento psicológico para manejar la situación”.
Cifras del machismo
Según cifras del Consejo de la Judicatura, en Ecuador la situación de violencia machista no cambia, por el contrario, aumenta.
Desde el 1 de enero al 29 de mayo de 2022 ya sucedieron 34 feminicidios y 104 muertes violentas de mujeres por delincuencia organizada. Es decir, en este tiempo una mujer ha sido asesinada cada 32 horas.
Se conoce que en el 86% de los casos, los feminicidas tenían un vínculo sentimental con la víctima, es decir, solo en el 14% no tenían ninguna relación con ellas.
Desde 2019, año en que Alberto abrió las puertas de su Fundación, han rescatado 87 perritos. Una vez que han sido educados pueden ir al hogar de una mujer para que les sirvan de protección. Pero, además de cuidarlas, también funcionan como un soporte emocional y terapéutico.
Clío es una perrita que fue abandonada cuando tenía dos meses; fue rescatada y entrenada por Alberto. Ahora Clío forma parte del hogar de Mishelle Cisneros. Este can llegó para ayudar a superar la depresión y la ansiedad que le dejó el divorcio. “Clío y mis hijas son mi lugar seguro”.
Al igual que Mayra, Mishelle también fue víctima de violencia machista; en su caso lo vivió de manera silenciosa, sin que su familia se enterara. La alegría que le caracterizaba se vio opacada por los constantes maltratos que recibía por parte de su pareja.
Encontró en la Fundación su soporte para mejorar su autoestima mediante las terapias que recibía. “Gracias a las terapias me pude dar cuenta lo valiosa que soy como persona. Los talleres me ayudaron a controlar la ansiedad y la tristeza”.