Alexandra Bayas y su hijo Mateo utilizaron el teléfono para recibir clases; así lo hicieron hasta la semana pasada. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Algunos padres de familia de Tungurahua y Chimborazo terminaron endeudados en la compra de equipos para que sus hijos pudieran estudiar en línea. Otros buscaron la ayuda de familiares o vecinos, para conectarse a la Internet.
También hubo padres que no lograron acceder a la tecnología. Por eso, 63 750 de los 255 000 alumnos que terminaron el año lectivo 2019-2020 en las dos provincias no estudiaron de forma virtual, según la Dirección Zonal 3 de Educación de Tungurahua.
Su aprendizaje fue mediante guías y fichas pedagógicas en papel, que se distribuyeron a través del programa Aprendamos juntos en casa.
En el cantón Cevallos (Tungurahua), Laura Fiallos no pudo comprar una computadora ni contratar el servicio de Internet para sus dos sobrinas Daniela y Maite, de 11 años, que están a su cargo.
Entre abril y parte de mayo, Maite iba a la casa de una de sus compañeras para recibir las clases virtuales. Mientras que Daniela esperaba en casa para copiar las tareas de su hermana. “Nosotros no tenemos equipos y tampoco la maestra buscó a los niños para enseñarles y nunca nos llegaron los materiales”, dice Fiallos.
Otros 21 compañeros de Maite y Daniela, que pertenecen a la Unidad Educativa Alberto Guerra del barrio Santo Domingo, en Cevallos, tampoco tuvieron un aprendizaje virtual. Ese centro educativo acoge a 320 estudiantes.
Amparito Bayas, presidenta del Cabildo de Santo Domingo de Cevallos, explica que la pobreza y la ubicación geográfica en donde viven los alumnos impidieron el acceso a la Internet. Ante ello, se ayudó con la entrega de las guías impresas, pero no llegaron a todos por la falta de dinero.
El coordinador de la Zonal 3 de Educación de Tungurahua, Leonardo Mosquera, asegura que 140 000 estudiantes terminaron el ciclo escolar en Tungurahua, mientras que 115 000 lo hicieron en Chimborazo. De los 255 000, un 25% de los educandos de la zona rural tuvo problemas para aprender.
A ese grupo, voluntarios de los Comités de Operaciones de Emergencia cantonales, juntas parroquiales y otras entidades les distribuyeron las guías y fichas pedagógicas, para que los alumnos pudieran estudiar. Mosquera asegura que el programa Aprendamos juntos en casa está diseñado para trabajar con o sin equipos. “En algo se pudo fortalecer la parte pedagógica, pero no fue suficiente”.
Comenta que para el próximo año lectivo se fortalecerá la educación virtual con un proyecto estratégico entre la telefónica estatal CNT, juntas parroquiales, municipios y consejos provinciales para la dotación de Internet a todo el sector rural, especialmente.
Alexandra Bayas, moradora del barrio Julio Arias de Cevallos, usó el teléfono celular para que su hijo Mateo, alumno de la U. Educativa Pedro Fermín Cevallos, recibiera clases.
Casi al terminar el año escolar compró una computadora, que pagará a un plazo de 24 meses. La mujer, de 35 años, cuenta que pagará USD 590 por el equipo, que se utilizará para el siguiente año lectivo.
Pero no tiene Internet, por lo que el niño caminará a la casa de su abuelito, para usar el wifi.
“Tuvimos que endeudarnos en esta crisis por el covid-19”.
En Chimborazo, los estudiantes también tuvieron esos mismos problemas. Por esa razón, las parroquias rurales mantuvieron abiertos los infocentros, pese a que el Gobierno anunció su cierre, para que los niños y jóvenes acudieran a sus clases virtuales.
En otros casos, varias familias tuvieron que acceder a créditos para adquirir computadoras y tabletas para que los niños pudieran hacer las tareas, mientras que otros no lograron comprar los artefactos, por lo que siguieron las clases a través de folletos y sus libros.
“Tuvimos muchos problemas en las comunidades distantes. Allí ni siquiera hay acceso a Internet, los presidentes de las localidades reportaron que los niños salían de sus casas para buscar un sitio dónde conectarse”, indica Carlos Lliguay, presidente de Conagopare Chimborazo.
En Gaushi Alto viven unas 156 familias. La comunidad está ubicada a 30 minutos de Guamote y la señal de Internet es deficiente, por lo que decenas de niños y jóvenes caminaban hasta un cerro para conectarse a la plataforma de la Unidad Educativa Velasco Ibarra.
“Tenemos un celular inteligente, pero somos dos hermanos, así que nos tocó turnarnos”, menciona Marco Antonio Pulla, de 16 años. Con esas dificultades, él logró terminar el noveno año.
EL COMERCIO
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