Pablo Fiallos. Redactor
cine@elcomercio.com
Si Woody Allen supo hacer en su mayoría de películas una radiografía sobre las relaciones de pareja y de amistad, en el contexto de una gran ciudad, Nueva York, Argentina ha encontrado en Daniel Burman al equivalente cinematográfico.
La ficha técnica
Título: ‘El nido vacío’
Guión y dir.: Daniel Burman
País: Argentina y España
Año: 2008. Dur.: 92 min.
Género: Comedia-drama
Reparto: Óscar Martínez, Cecilia Roth, Arturo Goetz
e Inés Efron
Música: Santiago Río
Hinckelmann
Fotografía: Hugo Colace
Producción: Diego
Dubcovsky y Daniel Burman
Para quien quiera reír y llorar frente al espejo
No solo en la elección de temas, sino en el tratamiento de las imágenes y la puesta en escena, los filmes de Burman (‘Esperando al Mesías’,’El abrazo partido’…) han logrado trasladar la esencia del cineasta neoyorquino al espíritu bonaerense.
En definitiva, es la constante búsqueda de uno mismo que en sus películas funciona a partir de simbolismos, lo que ha llamado la atención en el cine de Burman. Y, en su último filme, ‘El nido vacío’, esta preocupación vuelve a estar presente.
En su más reciente largometraje, el director argentino indaga sobre la esencia individual a partir de la crisis de pareja.
El director ubica la historia en una edad madura, en la que los hijos crecen, abandonan el hogar y el nido resulta, aparentemente, un espacio demasiado grande para los esposos.
Burman se centra en el vacío que queda en un matrimonio y descubre las fisuras emocionales que han existido siempre, pero que solamente se evidencian en ese momento.
Lo hace a través de preocupaciones como la sequía creativa, las frustraciones personales, la soledad o el anhelo por ser joven.
La historia enfrenta a un escritor, que ha perdido la musa, con una mujer que busca superar sus frustraciones en los encuentros sociales y en el estudio.
Como otra característica que Burman recoge de Allen, la película apuesta por los diálogos bien trabajados; a través de ellos el director caracteriza a sus personajes y plantea las diferencias intelectuales o psicológicas de sus protagonistas. El doble sentido y el subtexto funcionan correctamente en el relato.
Burman aprovecha los enfoques y desenfoques de su lente para fijar la atención en los detalles de los personajes. Pero, además, el cineasta ubica la cámara en el lugar preciso de manera que integra siempre la acción que sucede en el fondo con lo que se mira en primer plano.
Además, el tiempo es fundamental en ‘El nido vacío’. Burman expone las grietas que deja el paso del tiempo y cómo afecta en las relaciones familiares.
El director muestra un manejo cronológico hábil; prescinde de las transiciones técnicas como fundidos o disolvencias y muestra las elipsis en corte directo. Así, sin necesidad de efectismos vertiginosos, Burman dota de buen ritmo a la historia.
El jazz, los judíos, las terapias de pareja, la neurosis que provoca vivir en una gran metrópoli…
Esta cinta resulta un estupendo homenaje a la filmografía de Woody Allen, en versión porteña. Y fuera de un par de excesos de su realizador, la cinta expone con virtud, melancolía y ternura los vacíos internos del individuo y la sociedad.