En 1980, Perú dejaba atrás 12 años de un gobierno militar. Fernando Belaúnde ganaba las elecciones generales.
Pero la convulsionada sociedad peruana estaba por vivir los peores años de su historia. Dos guerrillas: Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), querían acabar con el sistema democrático para instaurar uno socialista. Sendero Luminoso le apostaba al marxista-leninista-maoísta, que representaba el elemento diferenciador de los otros grupos y guerrillas de izquierda de Perú y de América Latina.
Bajo esta premisa, Abimael Guzmán, líder de SL, desató una guerra que dejó 69 000 muertos, según un informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Perú. De esta cifra, 31 000 fueron asesinados directamente por la organización delictiva.
Abimael Guzmán encarnaba todas las ‘virtudes’ de un dictador: carisma, elocuencia, mente ágil y fértil. Esta combinación logró la adhesión de 50 000 miembros a la guerrilla y más de 500 combatientes, que estaban dispuestos a sacrificarse por la ‘causa’.
Manuel Rubén Abimael Guzmán Reynoso nació el 3 de diciembre de 1934 en el pueblo de Mollendo, en la costa sur de Perú. Se crió en medio de pobrezas y limitaciones, pero la suerte le sonrió: su padre, quien tuvo seis hijos con tres mujeres diferentes, se ganó un premio en la lotería nacional y lo envió a un colegio católico y luego a la universidad.
Estudió Derecho y Filosofía y se convirtió en director del programa de formación de docentes de la Universidad Nacional de San Agustín, ubicada en Arequipa.
“Era un maestro muy carismático, con un estilo retórico ameno que realmente atraía a los estudiantes”, dijo en 2013 el politólogo David Scott Palmer, quien compartió la docencia con Guzmán. “En parte, se volvió tan fuerte debido a 17 años de preparación y también porque los pasos en falso del Gobierno crearon condiciones favorables para la revolución”.
Para Guzmán, Perú necesitaba una transformación radical, centrada en el maoísmo. Para aprender de él, Guzmán visitó China dos veces: en 1965 y en 1967, en plena revolución cultural de Mao Tse Tung. Allí evidenció una campaña de represión, purgas políticas, exilio, ejecuciones y trabajo forzado para millones de chinos.
Así, regresó a su país con la visión de un Perú en el que no existieran dinero, bancos, industria ni comercio exterior; en el cual todas las personas fueran dueñas de tierras y vivieran del trueque.
Con ese objetivo en mente, el líder guerrillero construyó su milicia. Reclutó a campesinos a quienes ofreció convertirlos en terratenientes; además, abrió las puertas a todos los desertores de los partidos comunistas de Perú, que habían abandonado las líneas de esas organizaciones en busca de un mesías que les guiara hacia la consecución del Perú que
se imaginaban.
Fue entonces cuando entendió el poder que tenía entre sus manos. Con sus discursos grandilocuentes y su poder de convencimiento empezó la ‘revolución’, que implicaba asaltar con violencia el control del Estado y sus instituciones.
Guzmán se hacía llamar ‘presidente Gonzalo’ y su grupo lo consideraba “la cuarta espada del marxismo” en el mundo, después de Marx, Lenin y Mao. Sendero Luminoso llamaba a su conjunto de ideas “pensamiento Gonzalo”, que era la interpretación o aplicación que Guzmán hacía del maoísmo a la realidad peruana de los
años 60, 70 y 80.
“Este pensamiento transformó al maoísmo en violento y le dio un carácter universal a la guerra popular, que para Mao era válida solo en países atrasados (semifeudales)”, señaló la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación en su informe.
Guzmán había conseguido su objetivo: el 24 de diciembre de 1980 Sendero Luminoso cometió su primer asesinato. Le cortaron la lengua al dueño de una pequeña hacienda en Ayacucho y luego lo mataron para quedarse con sus tierras.
Esta operación fue dirigida por Augusta La Torre, conocida como camarada Norah. Ella era la segunda al mando de SL y la esposa de Guzmán. Falleció en 1988, en circunstancias que aún son desconocidas.
Ella fue la encargada de ‘evangelizar’ en las ciudades. Organizaba comités barriales, grupos de mujeres y asociaciones de vendedores ambulantes. Además, en el mercado de Ayacucho, en donde repartía volantes sobre sus actividades políticas, reclutaba combatientes entre los porteros, campesinos, vendedores ambulantes de comida y ropa.
Juntos mentalizaban y ejecutaban los planes más atroces para tratar de imponer su ley. Guzmán era el autor intelectual y ella, la material.
SL inició una campaña militar muy exitosa, que puso bajo su control a gran parte del país. El conflicto se extendió de las áreas rurales a Lima, la capital, en donde los suministros de agua, electricidad y alimentos se vieron afectados. El terror y la intimidación fueron las estrategias elegidas para alcanzar sus objetivos.
Para ello, pusieron bombas en cines, restaurantes y comisarías; secuestraban a cualquier persona y pintaban avisos en las paredes advirtiendo a los civiles que huyeran. Miles lo hicieron por miedo.
Perú llegó a una profunda crisis institucional, política, económica y social, que desencadenó una serie de violaciones a los derechos humanos a manos de los escuadrones de la muerte, creados por el gobierno de Alberto Fujimori.
Tras más de una década de dolor, destrucción y descomposición social, el 12 de septiembre de 1992, miembros de una unidad policial especial dedicada a rastrear a los líderes de Sendero Luminoso rodearon una casa en un barrio acomodado de Lima y capturaron a Guzmán, quien fue condenado a cadena perpetua. Sentencia que terminó el 11 de septiembre pasado, cuando falleció por causas naturales.