Parecía una coincidencia perversa de la historia. Dos días después de cumplirse el segundo aniversario del intento de golpe de Estado en Estados Unidos, cuando las huestes pro Donald Trump se tomaron el Capitolio al para impedir que Joe Biden fuera proclamado Presidente, los grupos a favor del expresidente brasileño Jair Bolsonaro intentaban algo semejante.
Se trataban de dos pretensiones antidemocráticas causadas por la derecha o, mejor dicho, la ultraderecha. Sin embargo, hace muy poco tiempo, el 7 de diciembre del 2022, Pedro Castillo se proclamó un autogolpe de Estado. Muy poco duró: sin apoyo militar, el Congreso, que previamente había cerrado, lo destituyó. Castillo, se sabe, es de izquierda.
Al grito de fraude
Son hechos diferentes; posiblemente aislados. Aunque las dos primeras tienen un origen parecido: desconocer los resultados de una votación en la que alguien que buscaba la reelección (en inglés hay una palabra simpática para ello: ‘incumbent’), pero perdieron en las urnas.
Solo tienen un argumento: les robaron las elecciones. Sin embargo, los informes de los organismos pertinentes en ambos países afirman que no hay ninguna evidencia de que se fraguaran resultados falsos.
Tan parecidos, Trump y Bolsonaro
Tal como ocurrió con Donald Trump, Jair Bolsonaro ha buscado desentenderse de la sedición de sus simpatizantes, pese a que ambos, desde su posición de líderes de un país, no aceptaban los resultados.
Bolsonaro nunca reconoció la victoria de Lula en la segunda vuelta electoral. Mantuvo un largo y cauto silencio y cuando se pronunció solamente dijo que respetará la Constitución y permitirá la transición, pese a que muchos lo han calificado de antidemocrático.
Sin embargo, reconoció que aquellas personas que están acampando en las afueras de las edificaciones, como el Ministerio de Defensa clamando por un golpe militar. “Son el resultado de la indignación y un sentimiento de injusticia por cómo se llevó a cabo el proceso electoral”, dijo Bolsonaro.
Si nosotros hicimos algo, ellos también
El domingo 8 de enero, desde Estados Unidos, en donde se encuentra para evitar la ceremonia de investidura de Lula como su sucesor el 1 de enero, reiteró, en una serie de tuits, que siempre fue respetuoso de la institucionalidad. En uno de ellos decía Bolsonaro: “Las manifestaciones pacíficas, en forma de ley, son parte de la democracia. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla”.
Es la misma lógica que usó Trump en el 2017. El expresidente acusó a ambos bandos de las tensiones generadas en Charlottesville (Virginia) una protesta por el monumento al general Lee, símbolo de los confederados, que apoyaban la esclavitud de los negros.
En aquel entonces, un joven identificado como un neonazi atropelló con su vehículo. Trump dijo a un periodista que “fue algo horrible de ver. Había otro lado. Había un grupo en ese lado, podrías llamarle la izquierda. Atacaron violentamente al otro grupo. Puedes decir lo que quieras, pero es lo que pasó”.
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