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Mercenarios posmodernos

Entre los grandes legados de la administración Bush están no solo sus decisivos aportes para la  actual crisis económica, sino también la institución a gran escala de las empresas militares privadas.

En específico, el gigante Blackwater - ahora llamado Xe- es un coloso desarrollado por favores políticos y multimillonarios beneficios por su participación en la guerra de Iraq.

Esta empresa ofrece los servicios de un ejército de “soldados asalariados” (la forma elegante de denominar lo que se conoce como mercenarios) a Estados o particulares. Su rol en Iraq fue fundamental; dado que este ejército no tiene los deberes de transparencia y responsabilidad propios de la fuerza pública,  Blackwater pudo encargarse de las tareas más delicadas.

No están sujetos a los convenios internacionales de derechos humanos, por lo que el Gobierno podía desentenderse de sus operaciones. Blackwater era hasta hace poco un desconocido mediático y tampoco atraía la atención de organismos internacionales como Amnistía Internacional.  Fue un actor impune y desconocido hasta que sus acciones lo volvieron protagonista de tremendos escándalos.

Se estima que desde el comienzo de la guerra de Iraq, Blackwater ha ganado más de USD 250 mil millones.

Las virtudes de este negocio no terminan allí, Blackwater cuenta con una inmensa oferta de empleo. Los soldados retirados y subempleados del mundo están prestos a enrolarse, especialmente porque los salarios pueden alcanzar los USD 1 500 diarios. En 2005, este Diario ya investigaba el reclutamiento de 33 ecuatorianos, y  de otros países, como Chile o Colombia.

Las  barbaridades  que este ejército cometió en Iraq le costaron la revocación de su licencia para operar en ese país. Sorprendentemente, la compañía sobrevivió los escándalos iraquíes. Cambió de nombre a Xe para esquivar su mala reputación. Y ahora se encuentra nuevamente ofreciendo servicios, en el mar de Somalia. Esta vez no es una amigable ONG la que desembarca en África.

La vuelta de ejércitos mercenarios es una muy mala noticia que algunos pensadores han atribuido al capitalismo y a la mercantilización de casi todos los  servicios.

El filósofo francés Jacques Attali lo prevé como un paso inevitable de nuestra civilización hacia un estado de “hiperconflicto”.

Otros, más pragmáticos, vemos la culpa en la pasividad de la comunidad internacional. Xe suele ser el blanco de criticas de ONG y de la prensa privada, pero ningún país se ha movilizado contra esto. Sería el momento para hacerlo, y aprovechar la apertura de Obama para intentar  que EE.UU. firme la Convención Internacional contra el Reclutamiento, la Utilización y Financiamiento de Mercenarios, el único instrumento mundial para controlar este fenómeno.

Columnista invitado