Voluntarios y funcionarios del Municipio de Quito clasifican, este martes 19 de abril del 2016, las donaciones realizadas por los quiteños para los daminificados del terremoto Foto: Eduardo Teran / EL COMERCIO
Por un lado están las casas desplomadas, los velorios, el dolor desgarrador, el ir y venir de los equipos de apoyo, los evacuados, los albergados…. Y del otro, las personas que donan tiempo, agua, ropa, alimentos… La ayuda anónima que busca hacer más llevadera la desgracia, la solidaridad del que da no porque le sobre, sino porque sabe que hay alguien que lo necesita más.
El terremoto de 7.8 grados que azotó la Costa ecuatoriana, el 16 de abril del 2016, es la tragedia más grave que el país ha enfrentado en los últimos años, pero logró despertar un sentimiento de unión y apoyo de enorme envergadura. Si se pudiese hablar del lado positivo de la desgracia, de la otra cara de la tragedia, la solidaridad sería quien lleve esa bandera.
Marco Jácome, psicólogo, explica que luego de una desdicha como esta, el ser humano sufre un golpe que lo lleva a abrir los ojos y darse cuenta de una realidad que quizás antes no valoraba. El reconocer que la muerte puede llegar de manera repentina y con fuerza, hace que se comience a valorar lo que se tenía y no se apreciaba. Además, lo sensibiliza. De allí la necesidad de ayudar y de compartir.
Para Jácome, ese sentimiento despierta con mayor fuerza entre los jóvenes. Precisamente son ellos quienes están encabezando las donaciones, los voluntariados y los programas que desde ciudades como Quito buscan llegar hasta la zona afectada en la región Litoral. El estar sensible ante el dolor ajeno, marca una dinámica distinta en la sociedad. Lo importante, dice el profesional, es hacer que la solidaridad sea permanente y actúe al menos por seis meses, y no solo por un par de semanas. “Los ecuatorianos debemos mantener la perspectiva de la realidad y no acostumbrarnos a ver el dolor ajeno”.
El terremoto, que hasta las 13:00 de este martes 19 de abril dejó 480 personas fallecidas, tuvo un impacto social determinante. Para Hernán Reyes, sociólogo y docente universitario, la cotidianidad de la sociedad, muy marcada por temáticas políticas y de carácter económica en el último año, se ve súbitamente interrumpida por un episodio como el de la tragedia. “Eso hace que emerjan en la sociedad una serie de actuaciones en la casi totalidad de la gente que revela el hastío y una suerte de vinculación relacional que ha estado debilitada los últimos tiempos en el país”.
Reyes sostiene que, en los últimos meses, los medios de comunicación han generado su agenda alrededor de temas políticos y económicos, pero un episodio como el terremoto apela a una dimensión más emocional que es muy importante en cuanto al nexo y a la vinculación de una persona en la sociedad. Para Reyes, se revela además un fuerte peso de las redes sociales ya que no son solo los medios sino que la dimensión emocional está presente en las redes y esta son un vehículo importante para canalizar esos sentimientos, inclusive para poder generar espacios prácticos reales de convocatoria, de reunión para temas de donaciones y de búsqueda de personas .
Así, el roll de las redes sociales ha sido fundamental para que cambie el panorama y el clima de la opinión pública, y para que haya un giro de la actitud de la gente, lo que ha permitido que se reconozcan los lugares de ayuda y que se visibilice y crezca la solidaridad.