Libertad de leer y ver

Giovanni Rosanía Schiavone

Si Torquemada estuviera vivo aún, entonces aplicaría sus métodos inquisidores empezando por lo que ha fomentado Disney, desde la aparición de sus diferentes personajes en los cuales se desmitifica a la figura de la mujer y madre para fomentar una relación tío-sobrino y en la que desaparece la figura materna, y en la que hijos desconocidos son amparados por los tíos Donald, Daisy y Mickey, pasando por el Lobo Feroz y los tres chanchitos.

Muy fácil ya estaría fuera del aire obligadamente, por cuanto subliminalmente rompe la concepción del esquema familiar que es la base de cualquier sociedad justa.

El mundo complejo de Disney es peor, según mi concepto, de lo que representan otras series animadas ya censuradas.

Creo que se deberían seguir los buenos ejemplos de Venezuela cuando en los años setenta, en uno de los periódicos  de mayor circulación nacional, dominicalmente se publicaba la denominada psicopatología de los personajes de los dibujos animados.

Allí uno podía libremente informarse de la cualidad  y personalidad de cada uno de los actores de las historietas, hoy algunas llevadas al cine.

¿Cuál era la relación que tenía Batman con Robin, o Doña Ramona contra Don Pancho con paliza  diaria? ¿Qué podemos decir del Llanero Solitario, que cabalgaba enmascarado  con un indígena que se llamaba Toro? O, por último, como decía Mohamed Alí, Tarzán el Rey de la Selva en el continente negro, es blanco... Qué muestra de xenofobia crasa de los creadores de estos personajes. 

Dominicalmente, el lector podía libremente leerlo, y si estaba de acuerdo, compartirlo, y si no lo estaba pues lógicamente nunca más leer ese tipo de artículos y seguir libremente viendo lo que más le gustaba.

Para efectivamente  poner orden a la serie de mensajes inferidos en los dibujos animados y de las viñetas de los diferentes medios, se debería contar con los estudios de los más experimentados psicólogos o psiquiatras para que analicen a cada una de las personalidades de las historietas.

Entonces se determinará si lo que nos llega es apto para niños o personas con criterio formado, sea en horario estelar o en horario restringido.

Una situación como la que comentamos no puede estar en manos de un profesional que desconozca de la psicopatología de cada uno de los protagonistas, y sobre todo lo que los medios, luego de un ajustado análisis, presentan y tengan la certeza de lo que  es conveniente para la sociedad en general y  consideren libremente su emisión. Solo entonces tendríamos la libertad de escoger lo que queremos ver o leer.

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