El Inamhi necesita más equipos
Redacción Tecnología
‘Quito tendrá el miércoles 25 de noviembre un cielo nublado con claros; se esperan lluvias. La temperatura máxima será de 21 grados y la mínima de 12 grados. Habrá niebla”.
Mediciones
Todos los días, cada tres horas, el Inamhi recibe información de los observadores de campo que hacen mediciones meteorológicas en distintas regiones del país. El reporte se transmite vía teléfono celular.
El Inamhi también baja imágenes sectorizadaa del satélite Goes 12 por medio de la receptora. Pueden observar la nubosidad y sistema de presión.
Los especialistas de esta institución pública también analizan la información enviada por diferentes modelos estadísticos. La voz de la carchense Mónica Valdivieso, técnica del Inamhi, se escucha nítida, cada vez que transmite por teléfono el reporte emitido por el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).
El informe, emitido en directo a una emisora de radio el miércoles pasado fue certero, pero, en otras ocasiones, es inexacto. Cuando aciertan nadie los elogia, pero cuando se equivocan, son blanco de las más duras críticas.
Ramiro Andrade, historiador, comenta en broma que cuando el Inamhi pronostica lluvias hay que vestirse para un día soleado. “Pocas veces coinciden”.
Las previsiones climáticas siempre están asociadas a un cierto grado de incertidumbre, sobre todo porque la atmósfera es un sistema que muchos especialistas en Física consideran caótico. Un sistema caótico se caracteriza por una extrema sensibilidad a la variación.
Eso significa que cualquier cambio en las condiciones, por más pequeño que sea, puede llevar a un resultado diferente. A esta incertidumbre se suma la imprecisión inherente a las mediciones y el gran volumen de datos que es necesario procesar. Por eso los meteorólogos pueden equivocarse y emitir informes poco certeros. Su trabajo no es fácil.
Para realizar las previsiones del tiempo, estos especialistas emplean modelos matemáticos basados en leyes físicas que rigen los procesos atmosféricos.
Este método permite simular, entre otros aspectos, cómo evolucionará la temperatura, la presión o la velocidad y la dirección del viento -entre muchos otros parámetros- partiendo de una determinada situación. Aunque el Inamhi dispone de instrumentos que ayudan a pronosticar el clima, la tarea se complica por la ubicación del país.
Para el meteorólogo Miguel Jarrín, la Cordillera de los Andes es una barrera natural que dificulta las previsiones. Y en ello coincide Guillermo Gallardo, actual director del Inamhi.
“La orografía en nuestro territorio dificulta la tarea. Tenemos pequeños valles, donde hay variaciones de tipo climático. Eso significa que el clima no es el mismo en Quito que en los valles, por ejemplo”. Son pequeños microclimas que dificultan el trabajo de la predicción.
Hay otro factor que también incide. En la zona ecuatorial hay perturbaciones mayores que en las latitudes medias, como Estados Unidos y Europa al norte y Argentina y Australia, al sur.
En esas zonas los procesos atmosféricos son más estables. En la zona ecuatorial son inestables y pueden ocurrir fenómenos inesperados y de manera súbita, de un rápido desarrollo.
En Quito, por ejemplo, se forma un proceso de tormenta en tres o cuatro horas, cuando en otros países toma más de 10.
La información que más valoran los meteorólogos es la que proviene de los centros regionales ubicados en EE.UU., Brasil, Alemania y Japón. Estos emiten modelos matemáticos, de tipo estadístico. Para alimentar a estos modelos, los técnicos del Inamhi tienen que enviar los datos generados en el país. Carrera dice que la información que transmiten es aún escasa. “Si transmitiéramos más datos a estos modelos, el pronóstico se optimizaría.