Las Agencias de Viajes tradicionales, que arman tours al extranjero, van a ir desapareciendo de a poco, a la par que desaparezcan los viajeros mal llevados con el internet. Las Agencias que hacen receptivo aún son necesarias para turistas de cierta edad que vienen de tierras y culturas lejanas. Si vamos a Egipto, queremos traslados y guías en nuestro idioma. Aunque, los más jóvenes hallan en los multilingües buscadores todos los servicios que necesitan.
En el vertiginoso ecosistema turístico digital actual, podemos organizar viajes por el país o fuera de él, con relativa facilidad, excluyendo las intermediarias de carne y hueso, pero no a las plataformas digitales que monopolizan el hospedaje hotelero, las viviendas turísticas, vuelos y las actividades; claro que todos los negocios formales luchamos por prescindir de ellas y aumentar la reserva directa para evitar pagar onerosas comisiones que evaporan la utilidad -las aerolíneas lo están logrando- pero es un guerra con pronóstico reservado, ya que las OTAs –Online Travel Agency- invierten millones en publicidad en internet y redes sociales, machacando 24/7 al usuario de contratar con ellas y no con el prestador de servicios turísticos.
En Ecuador, la mayoría de hoteles formales tiene reservas directas, no así las casas turísticas que dependen de una sola OTA, pero vivimos un fenómeno quizá único en el mundo: la informalidad define el nuevo turismo. Cada día más ‘Agencias’ ofertan tours ‘baratos’ a destinos que son saturados y estallados de basura, excremento y ejércitos de ebrios que dejan los destinos corrompidos, como pasó este feriado en playas como Montañita o ciudades como Baños, que deberán pasar semanas, hasta recoger tanta porquería.
La informalidad es la gran sobreviviente y triunfadora, es la que propone e impone el turismo zombi: gente intoxicada que envenena calles y paisajes; es el modelo masivo, que la pandemia frenó, pero ya sin restricciones, ha estallado en una lluvia de plástico en cada rincón del Ecuador ‘ecoturístico’.