Fisioterapia respiratoria salva la vida de los pacientes graves

Julio Barreno administra respiración manual, con una bolsa de reanimación, en el Carlos Andrade Marín, del IESS

Julio Barreno administra respiración manual, con una bolsa de reanimación, en el Carlos Andrade Marín, del IESS

Julio Barreno administra respiración manual, con una bolsa de reanimación, en el Carlos Andrade Marín, del IESS. Foto: Cortesía del hospital Carlos Andrade Marín

Frente a casos graves de covid-19, todos hablan sobre la importancia de los ventiladores mecánicos. Salvan a quienes presentan insuficiencia respiratoria. Pero más allá de ese equipo, hay humanos: fisioterapistas, que se ponen cara a cara con el SARS-CoV-2. Ellos evalúan cuánto oxígeno requiere un paciente y mantienen limpio, sin secreciones, el tubo que les permite recibirlo.

Así, mientras fuera de hospitales la gente busca alejarse del riesgo, ellos -junto a intensivistas y enfermeras- se acercan a la boca de los contagiados. Se refieren a ella como la “vía aérea”. Por ella ingresa el aire a los pulmones, permite la sobrevivencia.

Julio Barreno
, de 51 años, coordina el grupo de terapeutas que vela por los contagiados en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), del Carlos Andrade Marín (HCAM), del IESS.

Solían ver en dos o tres años a unos 10 pacientes con síndrome de deficiencia respiratoria. Pero -cuenta- solo en el primer mes de la pandemia (marzo) recibieron casos que normalmente tendrían en 10 años. Y la cifra ha ido creciendo. Además, ellos no se quedan en UCI cinco días, como pasaba antes, sino más de tres semanas.

Cuando una persona llega en estado crítico a la unidad de emergencias, a veces la única opción de que siga viva es intubarla. Le colocan un tubo de material plástico, maleable pero resistente, de unos 28 cm de largo y un diámetro de 6,5 a 9 milímetros. Este va de la boca a la tráquea, para que ingrese el aire hacia los pulmones.

Los fisioterapistas respiratorios, según el peso y la estatura de la persona, deciden cuánto oxígeno requiere, una vez que está conectada al ventilador mecánico, que le ayuda a respirar. Si se equivocan, el pulmón podría romperse.

El peso de toda esa responsabilidad y el paulatino aumento de casos críticos de covid-19 han hecho que Marcelo Lanchimba y sus colegas sufran de insomnio antes de las guardias. El fisioterapista respiratorio, de 30 años, labora en el Pablo Arturo Suárez.

Ese hospital fue nombrado, en marzo, centinela para casos de covid-19. Este profesional y sus compañeros han atestiguado el salto: de un área de emergencias con cuatro camas con ventiladores a una con 42.

Su servicio, al inicio, contaba con siete fisioterapeutas; ahora son 22. Cuidan las 24 horas (en turnos) la vía aérea de los pacientes, vigilan que el tubo endotraqueal esté limpio, sin secreción; que no falle el proceso respiratorio normal, monitoreando la ventilación.

Ángel Sandoval, 62 años, se siente agradecido. No solo con Dios sino con el personal del Andrade Marín. Aunque buena parte de lo vivido durante más de un mes en UCI se ha borrado de su memoria, recuerda una escena. “Me pedían que tosa, yo no podía. Entonces parecía que me aspiraban. Luchaban, tenían que vaciar mi pulmón, decían”.

Los terapeutas como Barreno se valen de maniobras para limpiar la vía; también pronan (ubican boca abajo), para que los pulmones no colapsen.

Pese a todo lo que se vive en la UCI, para el enfermo crítico, superar al covid-19 no es el final de la batalla. Por cada día de ventilación mecánica, de pasar inmóviles sedados, con relajantes y fármacos, se pierde del 4 al 7% de músculo. El primero que se afecta es el diafragma, básico para respirar.

Lo apunta Pamela Espinosa, especialista en rehabilitación cardiaca y pulmonar del HCAM. Ella recibe a convalecientes que no logran respirar por sí solos. Todos quedan con falta de aire, fatiga, taquicardia para compensar la falta de oxígeno en la sangre, disminución de la capacidad de absorber calcio, entre otras secuelas.

Del grupo de personas a las que ha ayudado, Espinosa recuerda a un joven, de 33 años, que pasó un mes y medio en UCI. “No quería moverse, lloraba cuando le pedía que haga ejercicios, estaba deprimido”.

Igual le pasó con un hombre, de 37 años, de Santo Domingo de los Tsáchilas. “Salió de terapia intensiva luego de un mes, le tapamos el traqueotoma (incisión para suministrar oxígeno). No podíamos ni ayudarle a sentarse en el filo de la cama, no tenía fuerza en abdomen ni espalda, era como un bebé. Se fue caminando con su familia”.

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