La escasez de agua, otra cara de la crisis en Venezuela
Un cliente adquiere agua potable en el local Diamond H2O, en el oeste de Caracas. Foto: Patricia González / EL COMERCIO
En Guanare, una ciudad llanera del centro occidente de Venezuela, la temperatura promedio es de 27° centígrados, y en ocasiones supera los 36°.
En esta urbe, capital del estado Portuguesa, vivía Jhonder Ricaurte, de 27 años, antes de emigrar a Ecuador. En su casa de Venezuela, donde aún viven sus padres y tres hermanos, el agua solo llegaba medio día a la semana. “El resto de los días no caía ni una gota del grifo”.
Los días que recibían el servicio, recolectaban dos recipientes grandes de 40 litros y al menos cuatro de 20 litros, para poder cubrir sus necesidades básicas: aseo personal, lavar ropa y trastes, entre otras.
Sin embargo, era insuficiente; así que Ricaurte y su familia se abastecían de ríos cercanos y de hoteles de la ciudad que les permitían proveerse de sus tanques. “Cuando podíamos, comprábamos botellones de agua”, cuenta este emigrante, quien llegó hace dos años al país, con la idea de ayudar económicamente a su familia.
Según le cuentan sus familiares, las fallas en la provisión del servicio de agua -que se intensificó dos años antes de su salida del país- continúan.
De acuerdo con una encuesta del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, efectuada en septiembre del 2019 en siete ciudades de Venezuela, apenas un 23% afirmó recibir agua potable “siempre”. Mientras tanto, un 17% tiene acceso al recurso con una frecuencia de dos veces por semana; en el otro extremo, un 11% nunca recibe el líquido.
José Norberto Bausson, expresidente de Hidrocapital (empresa de agua de Caracas), señala que la crisis actual del agua es consecuencia de las malas políticas de Gobierno. “No se han hecho obras nuevas importantes, ni para mejorar el servicio ni para ampliar la cobertura, y los programas de mantenimiento son ineficientes”. Calcula que en los últimos 20 años se gastaron cerca de USD 10 000 millones en obras fracasadas.
El experto, quien también presidió institutos de agua y ambiente en un municipio de la Gran Caracas, indica que actualmente solo funciona el 55% de la capacidad instalada de la infraestructura del sistema. “En 1999 era posible repartir 140 000 litros por segundo de agua potable. El 82% de la población tenía agua continua y de buena calidad. Hoy esto se reduce a entre 18 y 20% de los venezolanos”, según diferentes mediciones.
En cuanto a la calidad, en el sondeo del Observatorio de Servicios Públicos, el 65% de los encuestados dijo que percibe que el agua que llega a sus hogares es regular y muy mala.
La sectorización y racionamiento del recurso afecta a su calidad, aclara el especialista. “Los sistemas de acueductos están diseñados para funcionar de forma continua”.
Maritza Hernández, de 55 años, proviene de Valencia (estado de Carabobo), una de las ciudades centrales del país. A su casa el agua llegaba en condiciones insalubres.
Solo recibían agua durante el día y llegaba “sucia, con olor fétido, a veces salía negra y no servía ni para bañarse”, cuenta Hernández, quien emigró hace cinco meses. Dice que en los últimos tiempos mejoró un poco; pero seguía siendo imposible consumirla, solo la usaban para el aseo.
También sufrían cortes de luz constantes, desde hace cuatro años. “A veces pasábamos toda la noche sin luz, otras veces la quitaban de día. Por lo regular, eran entre seis y ocho horas sin electricidad”. En su casa aún viven su esposo, un hijo y cuatro nietos. Ella vive en Quito con tres de sus hijos.
Bausson explica que las deficiencias en el servicio eléctrico tienen consecuencias en el sistema de agua. “Se requiere de un megavatio para que funcionen los acueductos. El 80% de la población depende del servicio interconectado eléctrico nacional. Esto quedó reflejado durante el apagón de marzo del 2019, casi nadie tenía servicio de agua potable”.
Para el experto, el deterioro del sistema fue consecuencia de varias decisiones. En primer lugar, la salida de técnicos profesionales de las grandes empresas de agua, en el año 2000. Luego, el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos, por cerca de 15 años. Y por último, en el 2012, la eliminación de tercerización en empresas pequeñas y medianas que apoyaban en la operación y mantenimiento.
Ante la fuerte crisis del servicio han proliferado en Caracas y otras ciudades negocios con pequeños sistemas de tratamiento de agua potable para abastecer a sus vecinos.
En Catia, un sector popular capitalino, está Diamond H2O, que recoge el agua del manantial de un parque de la ciudad. Una vez en el negocio, el líquido pasa por filtros de carbón activado para su purificación, de ahí a los tanques y a las máquinas de llenado. “Al día vienen más de 100 personas a abastecerse. Por esta zona, el agua la mandan cada 15 días”, cuenta Geraldine Leguiza, encargada del negocio.
Agua viva para ti, otro negocio de filtrado, ubicado en el municipio Los Salias, estado de Miranda, vende unos 80 envases de 19 litros al día, indica su propietario Argenis Raga.