Los habitantes de El Inga, en Quito; Pichacay, en Cuenca; Chachoán, en Ambato; y La Primavera, en Santo Domingo de los Tsáchilas, sienten el impacto directo de los rellenos sanitarios que están cerca a sus zonas.
Son infraestructuras construidas bajo parámetros ambientales permitidos, pero las familias dicen que aun así soportan malos olores, contaminación ambiental y derrames de líquidos.
Estos depósitos fueron construidos desde el tercer milenio, con una proyección de vida útil para dos y tres décadas. En esas urbes los rellenos entraron en funcionamiento desde el 2001, 2003, 2005 y 2013.
El de la capital y el de Ambato, pese a que ya cumplieron su ciclo, continúan sus operaciones porque fueron extendidas con nuevos reservorios. La situación de estos, y otros depósitos del país, volvieron a estar en el foco de la población aledaña a propósito de la protesta ocurrida en el sector El Inga. Aquí se pidió el cierre de la infraestructura por problemas ambientales.
Estos rellenos siempre han incomodado a los vecinos, pese a los esfuerzos de las autoridades por mantenerlos en condiciones seguras.
A escala nacional, el depósito de la basura se realiza en tres espacios distintos que manejan los municipios, conforme a técnicas ambientales para el manejo de la disposición final de desechos.
Al menos 111 cabildos cuentan con rellenos sanitarios, 69 tienen celdas emergentes y 40 disponen de botaderos a cielo abierto, según información de los ayuntamientos, que ha sido recopilada hasta 2020 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
A todos esos depósitos llegaron al mes 414 721 toneladas de residuos sólidos en 2020. Esto es 3% menos con respecto al promedio reportado entre 2017 y 2019, cuando se generaron 428 363 toneladas.
La reducción de este segmento de desperdicios responde a varios factores en la gestión del manejo de la basura.
Uno de estos tiene que ver con la recolección diferenciada de los desechos infecciosos sanitarios de los establecimientos de salud, con motivo de la pandemia por el covid-19. El 62% de los 220 municipios analizados realizaron esta clasificación en 2020, lo cual fue seis puntos porcentuales más en comparación con el 2019.
Esas jeringas, mascarillas, frascos, entre otros, fueron separados respecto de los residuos sólidos generales.
Desde la existencia de los rellenos, quienes viven en las zonas de influencia se han familiarizado con términos como lixiviados, líquido resultante de la basura causante de la contaminación.
En las comunidades de El Inga Bajo, El Belén, Santa Ana e Itulcachi, se quejan por las fugas de esos líquidos que enrarecen el ambiente. Ellos protagonizaron la protesta del pasado 25 de enero para pedir que se retire la infraestructura, que existe desde hace 18 años.
Daniel Alquinga, presidente del barrio Santa Ana, en Quito, uno de los que está en la zona de influencia, compartió la expectativa de al menos 1 000 habitantes del sitio que representa: que disminuya la contaminación.
Según el dirigente, saben que temas como los malos olores no se irán al 100%. Ante las protestas, autoridades municipales anunciaron el cierre técnico del relleno, que se hará bajo parámetros técnicos y en coordinación con el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica.
En la comunidad de Pichacay, parroquia Santa Ana, a 21 km del centro de Cuenca, está el relleno sanitario que recibe 510 toneladas diarias de basura. Martha, habitante en la zona, cuenta que siempre hay malos olores. En el verano, cuando hace bastante sol, el ambiente se torna maloliente.
Esta vecina dice que es complicado vivir cerca del relleno. La obra ocupa 130 hectáreas y está construida de forma técnica con sistema de impermeabilización, drenes de lixiviados y ductos de gas. La basura se compacta y luego va por celdas donde es cubierta con arcilla.
Desde 2017, en el relleno se instaló una planta de biogás que aprovecha el gas metano que se forma por la descomposición de la basura. Con ello, se genera un megavatio de energía que va al Sistema Eléctrico Nacional Interconectado. De esta forma, ese gas nocivo no va a la atmósfera. “También monitoreamos la calidad de las aguas superficiales, subterráneas, ruido ambiental, lixiviados y emisiones de gases”, dijo un técnico de la EMAC.
El relleno sanitario de Ambato, en la vía a Píllaro, debía pasar por el cierre técnico hace tres años. Sin embargo, sigue en funcionamiento con una capacidad de acopio de 300 toneladas de basura diaria.
Los moradores de la Urbanización Aeropuerto y zonas aledañas, donde habitan alrededor de 20 000 personas, se quejan permanentemente por los olores insoportables.
Las descargas de lixiviados hacia el río Salgana, que cruza por el recinto La Primavera, de la parroquia Luz de América, en la provincia Tsáchila, también han sido denunciadas de forma recurrente por los 15 000 habitantes.