En el Día del Padre, cuatro ecuatorianos cuentan cómo son padres y madres, a la vez. En Ecuador, el cuidado de los hijos también es una tarea de toda la vida, especialmente, si su compañera ya no está con ellos.
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En la cultura ecuatoriana, el padre es el proveedor de la casa y la mamá se encarga de criar a los hijos. Esta tendencia ha cambiado con el tiempo y las actividades se dividen de diferente manera dependiendo la estructura de cada hogar.
Pero hay casos especiales, en el que el padre tiene que asumir los roles de la madre. Esto se debe a que la mamá se ausentó del hogar por diferentes motivos.
Óscar Quezada, un padre que aprende todos los días
Óscar Quezada es un hombre que enviudó hace cuatro años. El 4 de diciembre de 2020, el cáncer de colon se llevó a Carol, su esposa.
Cuando la trágica noticia llegó a sus vidas, Nina, su hija, tenía solamente un año y ocho meses de edad. Desde que su esposa falleció, hasta el viernes 8 de julio de 2022, los dos vivieron con su suegra, Julia Zambrano.
De ella, Quezada aprendió bastante sobre cómo cuidar a su hija. Empezó a vivir solo con su hija, porque entendió que era su responsabilidad y no de otra persona.
Muchas personas le dijeron que más fácil hubiese sido que dejara a Nina a cargo de su suegra, hermana o alguna de sus tías.
“Nina es mi hija, no sé qué hacer con ella, pero es mi hija y no puedo abandonarla. Ya perdió a su mamá. No sería justo que yo, su papá, la abandonara”.
Él se encarga de llevar a Nina a la escuela, al médico cuando se pone mal, comprar sus medicinas, llevarla al curso de pintura, se sienta con ella en la mesa para revisar los deberes. Es un papá todos los días y a todas horas.
Quezada sube su historia de cómo cuidar a una hija siendo papá soltero en TikTok, red social en la que tiene como 25 000 seguidores.
Carlos Pérez, un padre con carácter
Carlos Vicente Pérez es un señor de más de 74 años. Como él mismo lo dice, es un padre con carácter, porque crio a sus hijos cuando su esposa lo engañó y los abandonó.
Pérez tiene tres hijos. Ahora todos son grandes y tienen sus propios hogares. Pero cuando su pareja los dejó, el hijo mayor tenía solo 11 años de edad, el otro, 9 y el menor, 6.
La separación dejó varios problemas para Pérez, quien tuvo que buscar la forma de criar a sus hijos solo. Se cambió de casa y adoptó el rol de papá y mamá.
Cuando todo esto pasó, trabajaba como chofer de una empresa, pero como necesitaba más tiempo para pasar con sus hijos, tuvo que empezar a conducir un taxi.
Se encargaba de llevar a sus hijos al colegio, retirarlos, y todos los domingos iban a misa después de bañarse en la terraza con agua calentada con el sol.
Los sábados pasaba lavando la ropa de todos y de lunes a domingo se encargaba de preparar la comida para el almuerzo.
Carlos Pérez cuenta que sus momentos más tristes eran las noches, cuando sus hijos dormían y él no tenía con quién hablar.
En la actualidad, su hijo mayor está en Estados Unidos, donde es artista. Su segundo hijo es militar y la menor se casó y tiene su propia familia.
Entre los desafíos de criar a sus hijos, Pérez dice que fue cuando el mayor creció y acabó el colegio, porque empezó a beber. Pero con carácter supo corregirlo.
En la actualidad, Carlos Pérez continúa manejando su taxi y pendiente de sus hijos, porque “el trabajo de padre nunca termina”.
Daniel Rodríguez, un padre que pierde los miedos
Daniel Rodríguez se convirtió en padre cuando tenía 20 años. Se enamoró de una mujer cuatro años mayor que él y a los cinco meses de relación, su pareja quedó embarazada.
A esa edad tomó la decisión de irse a vivir a Manabí con su pareja (ella es de ese lugar) hasta los últimos meses de embarazo, cuando se regresaron a Quito,
En ese proceso vieron que la relación amorosa no tenía ningún futuro, por lo que decidieron separarse -el bebé tenía tres meses-. Los papás de Daniel le ayudaban a pagar los gastos de paternidad.
Luego, la mujer perdió su trabajo y dejó a Rodríguez a cargo de su hijo, cuando el menor tenía dos años y dos meses. Desde entonces se convirtieron en “dos manes que bailan y ríen frente al caótico mundo“.
Rápidamente, Rodríguez tuvo que ir madurando, aunque a veces su pereza le ganaba. Gracias a la ayuda de sus papás logró criar a su hijo en un inicio. Luego decidieron vivir solos los dos.
La gente pensaba que eran hermanos, porque Rodríguez no aparentaba ser padre por la edad que tenía. Él lleva a su hijo a la escuela y actividades extracurriculares.
A veces cree que no disfrutó de las cosas que debía cuando estaba en sus 20 s, pero cada vez que ve a su hijo en la persona que se está convirtiendo, eso pasa a un segundo plano y hasta deja de importarle.
Muchas personas le decían que por qué se hacía cargo de su hijo. Él les respondía que es porque quiere enseñarle valores y que no lo va a abandonar. Que a pesar de ser joven, siente que es su responsabilidad.
La vida lo llevó a conocer a otra mujer con la que ahora sale y quien le ayuda a cuidar ahora a su hijo. Cuenta con la ayuda de ella y la de sus papás por cualquier cosa.
Cuando su hijo cumplió los 11 años de edad, se fueron a vivir con su actual pareja, justo un poco antes de la pandemia. Desde entonces ya parecen una familia “normal”.
La madre de su hijo no le ayuda económicamente, pero él tampoco le exige, aunque el menor y ella se ven cada 21 días.
Rodríguez siente que su hijo le enseñó muchas cosas y que cada vez se enfrenta a nuevos desafíos sobre cómo criar a una persona. Ahora ya cuenta con la ayuda de su pareja y no está solo, como lo fue en casi toda la infancia del menor.
Fernando Vela, un padre que equilibra su trabajo con la crianza de su hijo
Fernando Vela tiene un hijo de cinco años. No tiene mucho tiempo libre, porque todo se lo dedica a su niño.
Trabaja como técnico informático y en su empresa, dice, le entienden la difícil tarea que es ser padre soltero. Aunque tiene un gran apoyo, que es su mamá.
Mientras Vela está en el trabajo, su mamá cuida a su hijo. Pero trata siempre de salir lo más pronto posible para verlo y pasar un tiempo juntos.
Renuncia a muchas cosas por ser padre soltero. A veces se pierde de las reuniones con los amigos, pero quiere estar con su hijo y verlo crecer.
Los días de Vela se inician muy temprano: levanta a su hijo, le da el desayuno y lo lleva a clases. Casi todas las tardes, el menor pasa con su abuela.
Cuando regresa del trabajo, pasa retirando a su hijo, lo cambia y se acuestan a dormir.
Entre los momentos más duros que ha pasado fue cuando su hijo se enfermó y tuvo que pasar varias noches en el hospital.
Sobre una relación con otra pareja, dice que por el momento esa etapa está cerrada. Su prioridad es y será su hijo.
Para trabajar y criar a su hijo tiene un cronograma establecido: en las mañanas se levanta y prepara al niño, luego lo deja en clases y ya sabe que a las ocho de la noche tiene que estar en la casa porque hay alguien que lo espera.
El trabajo no es impedimento; es difícil, pero con ganas y dedicación todo es posible.