El ‘frío’ no apaga la diversión en Montañita

Turistas en Montañita. Foto: EL COMERCIO

Turistas en Montañita. Foto: EL COMERCIO

Turistas en Montañita. Fotos: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Abrigos son parte del atuendo, por estos días, de quienes visitan Montañita. Y no solo es por las noches sino también durante el día a lo largo de su playa.

El sol parece tímido pues se esconde tras un cielo nublado que vuelve al ambiente con un clima que va del fresco al frío. Pero las condiciones climáticas de la considerada capital ecuatoriana del surf no impiden que decenas de turistas, nacionales y extranjeros, lleguen a esta comuna del norte de la provincia de Santa Elena.

La amplia playa, coronada en su parte norte con la montaña y rocas desde donde vienen proyectados los surfistas expertos sobre sus tablas, alberga a turistas muchos de los cuales lucen ropa larga, abrigos o simplemente se calientan con las toallas alrededor de sus cuerpos.

Eso los más friolentos pues también hay visitantes, muchos de ellos extranjeros, quienes tratan de aprovechar al máximo –con ligeros trajes de baño- el resplandor de un sol cubierto por el cielo nublado.

“Beautiful…beautiful”, repetía Marie, una sueca que trataba de hacerse entender sobre lo que le parecía el ambiente de Montañita.

Los extranjeros, además del clima y del ambiente, lo que más disfrutan en el día son las clases de surf. Como Jaime Stevens, quien llegó desde Nueva York atraída por la fama del balneario y con el deseo de aprender a surfear. “Muy bien, ahora arriba..:”, le repetía el costarricense Oscar Aguilar quien le enseñaba a Stevens, en la arena, a como ir braceando acostaba en la tabla y luego levantarse para recorrer las olas.

Según el ‘tico’ la enseñanza básica es en seco. A través de varias repeticiones y de dominar la técnica para pararse sobre la tabla, se obtiene el paso al mar.

Sitios como ‘Pura Vida Surf’ ofrecen clases a los visitantes de cómo aprender a ‘correr’ las olas. Otros visitantes se calientan jugando voleibol de playa o fútbol playero. O simplemente aprovechan para trotar a lo largo de unos 2 km., o hacer caminatas.

En el pueblo el punto hoy de referencia es el malecón construido sobre las enormes rocas que servían de protección del pueblo. Un trabajo de regeneración urbana le dio vida a ese sector desde donde varias personas observan el mar o conversan.

En las calles, ahora adoquinadas, la actividad de los comercios de artesanía, muchos de ellos a cargo de extranjeros que se han quedado en el balneario, no deja de ser acelerada. Los turistas locales y extranjeros copan los restaurantes que en su mayoría ofrecen platos de mariscos y cuyos costos van desde los USD 5 en adelante.

Es la vida intensa de este poblado que se mantiene al llegar la noche y que enciende la fiesta hasta la madrugada.

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