Esperanza, el pódcast de EL COMERCIO, acompaña el camino de Yamileth. Ella es una mujer de 42 años, que sueña y que, de a poco, está sanando su cuerpo, su corazón y construyendo un nuevo proyecto de vida.
La violencia fue parte de la mujer desde la infancia. El primer agresor fue su padre. La golpeaba y, lo propio, hacía con su madre y sus hermanos.
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Esperanza, violencia y las redes de apoyo
Sus padres la llevaron, junto con su hermana, a un convento, donde las religiosas se hicieron cargo del cuidado. Nunca recibieron una visita.
Ella apenas tenía ocho años. A los 13, tuvo que salir del espacio de las religiosas y volvió a la casa de sus padres. Sin embargo, la violencia se mantuvo.
La calle se esbozó con la salida más próxima. Pero, lejos de mejorar la situación, las agresiones escalaron. La imagen violenta del padre empezó a replicarse en otras personas, incluso, hasta estar en riesgo su vida.
Golpes, insultos, puñaladas, abuso sexual y tantas otras expresiones de la violencia se sumaron.
Un giro en la historia de Yamileth
Ella es originaria de Esmeraldas. A los 17 años, se convirtió en madre. Tiene cuatro hijos en total. Tres parejas multiplicaron las agresiones físicas y psicológicas.
En más de una ocasión, ella estuvo a punto de ser un rostro de las cifras que, en Ecuador, siguen en aumento.
Según la Fiscalía, entre el 27 de febrero de 2014 y el 30 de noviembre de 2024, se registraron 2 776 casos de muertes de mujeres en contexto delictivo. Estos incluyen femicidio, que se tipificó en el país en 2014.
A Yamileth, una casa de acogida, le dio la paz que no había conocido. A pesar de que llegó sin sus cuatro hijos, ella empezó a sanar las heridas en sus piernas, en su rostro y en su corazón.
En la Casa de la Mujer, de la Unidad Patronato Municipal San José, en Quito, los días de miedo se suplieron con cursos de belleza y con un nuevo reto: terminar el bachillerato.
En noviembre de 2024, ella dejó el espacio de apoyo del Municipio de Quito, luego de recorrer un espiral de la vida, rodeada de otras mujeres, quienes, al igual que ella, vivieron de frente la violencia.
Esa figura simboliza el camino recorrido y, sin duda, todos los retos que quedan.
Las secuelas de la violencia de género
Nancy Larrea, docente psicología, detalla las repercusiones de la violencia. Esta no solo afecta físicamente a las mujeres, sino que tiene un impacto psicológico y emocional.
Mientras que las lesiones físicas suelen ser visibles e inmediatas, las heridas psicológicas, aunque ocultas, pueden ser igual de graves y mucho más duraderas.
Uno de los efectos más comunes de la violencia de género es la depresión. En estos casos, suele estar vinculada a sentimientos de desesperanza y de no tener control sobre la vida.
Otros efectos de la violencia contra las mujeres
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es otro impacto psicológico frecuente, sumiendo a las mujeres en una constante lucha con recuerdos traumáticos y pesadillas.
La experta explica que la disminución de la autoestima, las lleva a pensar que el maltrato que han sufrido es algo que merecen o que no tienen valor. No es raro que, como consecuencia, algunas lleguen a tener pensamientos suicidas.
El estrés crónico es otra consecuencia. Las mujeres que han vivido violencia de género suelen enfrentar problemas de salud tanto físicos como emocionales.
El miedo constante, la ansiedad y la tristeza se suman a dolencias como el insomnio, los problemas digestivos y las enfermedades cardiovasculares.
Los antecedentes de la violencia contra las mujeres
Nancy Larrea deja claro que, en Ecuador, la violencia de género es un problema profundo, fuertemente influenciado por una serie de factores socioculturales que perpetúan el abuso y dejan a muchas mujeres atrapadas en situaciones de violencia.
Uno de los principales factores que alimenta la violencia de género en Ecuador es el machismo. Desde muy pequeñas, muchas mujeres crecen en entornos donde se les enseña a aceptar roles subordinados y a tolerar la violencia como parte normal de las relaciones.
Esperanza, un pódcast quincenal, es un canal para las voces de mujeres que sobrevivieron al círculo violento, así como familiares de aquellas que perdieron la vida a manos de femicidas.
Se trata, a la par, de un espacio de encuentro, de sostenimiento y herramientas, en todas las plataformas de pódcast.