Cristina Albán es O-. Apenas el 1,9% de la población del país tiene ese tipo de sangre y ella ha decidido ser una donante frecuente.
“Si fuera de cualquier otro grupo sanguíneo igual lo haría, siempre me ha impulsado el poder ayudar. En mi caso, veo la necesidad de donar porque sé que es difícil de conseguir”, afirma.
También hay dificultades para mejorar las cifras de captación general de sangre y hemoderivados, tras dos años de pandemia. La Cruz Roja cubre el 70% de la demanda nacional y marca el pulso de la donación, que aún no alcanza los valores de 2019.
“Durante el confinamiento nos mantuvimos con un ‘stock diario’: la sangre recolectada en el día se distribuía por la noche”, recuerda Víctor Aguirre, coordinador de la Red Territorial de Bancos de Sangre de la Cruz Roja.
Ahora tienen existencias para cuatro días, sin dejar de recibir donantes, aunque el promedio óptimo es superior. “La idea es contar con cifras que permitan solventar la operación por hasta siete días, sin una sola captación. Estamos creciendo poco a poco”.
Apoyo de empresas
Paulatinamente, han recobrado el apoyo de empresas y universidades para reactivar las campañas masivas. También hay otros planes, como una ‘app’ para registro de donantes en línea y lograr alianzas con el Ministerio de Educación, para fomentar la cultura de donación desde las escuelas.
Los 450 mililitros de sangre recolectados por donante pueden salvar hasta siete vidas. Cada bolsa se divide en glóbulos rojos, que tendrán una duración de 42 días, plasma fresco y concentrados de plaquetas, que solo se pueden almacenar por cinco días.
Las reservas varían según el grupo sanguíneo. Hasta la semana anterior había buena cantidad de componentes A+ y O+, que son el 88% de donantes en el país.
Pero el déficit es notorio en los tipos negativos, como el de Cristina. Ella es parte del 2% de donantes que reporta Guayaquil, ciudad que abastece a Galápagos y a provincias cercanas, como Los Ríos.
Alberto Molina es coordinador del Banco de Sangre de la Cruz Roja del Guayas, donde cada día registran unas 150 donaciones. Pero para optimizar la operatividad, al menos necesitan el doble.
“En todos los bancos de sangre del país -incluidos los de hospitales y clínicas privadas– hay un déficit de la donación voluntaria. Las personas solo suelen acercarse cuando lo necesita un familiar o un conocido -dice Molina-; hay que cambiar esa mentalidad”.
Cristina pide no creer en tabúes, como que la donación engorda o que la sangre se comercializa.
El coordinador de la Red Territorial de la Cruz Roja aclara que la sangre no tiene valor, pero hay costos de procesamiento que se deben cubrir y van desde la aguja para la extracción hasta las minuciosas pruebas para descartar enfermedades infectocontagiosas.
El Ministerio de Salud ha fijado un costo de USD 75 por procesar un concentrado de glóbulos rojos. Eso es lo que se cancela cuando hay pedidos desde los hospitales públicos. Para los privados el valor sube y puede llegar a USD 105.
“Es más alto, pero hay que considerar que se hacen estudios moleculares y serológicos en cinco marcadores (entre ellos VIH y tuberculosis) y cinco pruebas adicionales de inmunohematología”, dice Aguirre.
Cristina no mira esos detalles y prefiere compartir las veces que ha logrado dar una oportunidad de vida: ayudó a un adulto mayor con sus glóbulos rojos para una cirugía de corazón abierto y por meses le trasfundieron sus plaquetas a un joven con leucemia.
Y hay muchos más, a quienes no conoce. “Si todos donáramos una o dos veces al año -dice- no hubiese escasez”.