Leonardo Padura, escritor cubano. Foto: AFP
El escritor cubano Leonardo Padura espera que el magma político y diplomático entre Cuba y EE.UU. se convierta primero en comercial y luego en social.
Día uno: La puerta del ascensor se abre y aparece Leonardo Padura vestido con una guayabera, pantalones cortos y sandalias. Me ayuda a colocar la tarjeta para subir hasta el piso once y solo atino a decir ¡Hola, Leonardo!, ¡Gracias, Leonardo! Día Dos: En el mismo ascensor del hotel Sheraton de San Juan, Puerto Rico, Padura aparece con un grupo de amigos, esta vez al saludo agrego un ¿Leonardo, me daría una entrevista?, él responde: Puede ser el jueves, pero búscame mañana. Día tres: No veo a Padura por ningún lado; subo y bajo en el ascensor para ver si coincidimos, pero nunca aparece. Día cuatro: Padura va en la misma guagua (bus) en la que regreso al hotel, por la noche, lo veo subir al ascensor a los lejos. Día Cinco: Padura sale del ascensor y cruza el lobby del hotel viste guayabera, pantalones largos y sandalias, me estrecha la mano y por fin nos sentamos a conversar.
Su trabajo literario siempre ha estado permeado por la realidad cubana, ¿qué ha pasado en su país desde que se reactivaron las relaciones con EE.UU.?
En la vida cotidiana muy poco. Fundamentalmente los cambios se han dado a escala política y diplomática. Esto ha modificado un poco la relación retórica de los medios de comunicación y del Gobierno cubano con respecto a los EE.UU. Lo que sí ha sucedido es que cada vez hay más visitantes estadounidenses, muchos de ellos se alojan en casas privadas o en pequeños hostales que se han abierto en La Habana.
¿No se ven cambios?
Todavía no. Por ejemplo, en el terreno de las telecomunicaciones o en relación a los vuelos directos no ha cambiado nada. Imagínate que para volar de La Habana a Miami que es un vuelo que dura cuarenta minutos, uno tiene que pagar un pasaje similar al que el otro día una joven de Puerto Rico pagó para ir de San Juan a Oslo. Hay algunos que tienen plata y negocios pero hay otros como es el caso de mi hermano que tiene que contar los centavos para poder viajar. Estamos esperando que ese magma político y diplomático se convierta primero en comercial y luego en social.
¿Qué dice la gente en las calles de la visita del Presidente de Estados Unidos?
Mira no lo sé. Llevo dos semanas fuera de Cuba. Tuve que escribir un correo respondiéndole a cerca de 24 medios de comunicación diciéndoles que lo siento, pero que no voy a estar en La Habana hasta fin de mes. No me gusta hablar de una situación que puede ser dinámica, cambiante y viva si no estoy viviendo dentro de ella.
¿Esta reactivación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU. ha tenido algún efecto dentro de su trabajo literario?
No. Sigo escribiendo lo mismo que he escrito siempre. Entre la realidad y la creación literaria, por lo general, debe existir un espacio a través del tiempo para que los acontecimientos puedan tener un asentamiento en la realidad, para que puedan ser reflejados literariamente.
Mario Conde ha sido uno de los personajes que ha atravesado gran parte de su obra, ¿qué diría él de este nuevo escenario político?
Mario Conde lo miraría desde la azotea de su casa con el mismo escepticismo con el que ha mirado muchísimas cosas a lo largo de su historia.
¿Dentro de este nuevo contexto político, las palabras imperialismo y comunismo entre cubanos y estadounidenses cobrarían otras connotaciones?
Sé que a nivel de la retórica se es menos agresivo en estos momentos desde la parte cubana, que es la que vivo. Creo que es el resultado de ese bajón de la tensión de tantos años del que te hablaba antes.
En ‘Herejes’ se habla mucho del poder, ¿qué pasa cuando el arte y las letras se vuelven oficialistas?
Es el desastre. Creo que el arte tiene que tener un espacio de libertad. Esa es la esencia de su función social, cognoscitiva y humana. Poner un arte al servicio de una causa, un gobierno o un partido me parece que es fatal para la creación artística.
¿La novela histórica, de alguna manera, se ha convertido en una forma de criticar al totalitarismo?
Utilizo la novela histórica para ver el presente desde una perspectiva que me dé la profundidad del paso del tiempo, lo que llamamos la historia. Esos acontecimientos que han ocurrido en el pasado y que de alguna manera iluminan el presente me interesan mucho como una forma de entender mi propia posición en el mundo y la posición de mis personajes y de mis contemporáneos frente a una realidad. Siempre voy al pasado buscando iluminar el presente, entenderlo mejor y crear una certeza de que nada es nuevo en el mundo y de que muchas veces estamos viviendo en círculos, en una espiral en donde hay progresos pero donde siempre se pasa por los mismos puntos.
¿Qué tan complicado ha sido construir su producción narrativa desde Cuba?
Muy complicado pero posible. Recuerdo que en el año 92 cuando la crisis en Cuba era más violenta estuve por primera vez en Estados Unidos y todo el mundo me decía quédate. Si me hubiera quedado creo que no hubiera hecho la obra que hice. En Cuba he tenido limitaciones, pésimo o ningún acceso a Internet, determinadas incomprensiones por parte de algunos lectores o entusiastas de la ortodoxia, una circulación bastante limitada de mis libros y cierta tendencia a hacerme invisible, pero he podido escribir y eso es lo más importante para mí.
Con dos premios Cervantes y un Premio Princesa de Asturias, ¿cuál es el horizonte de las letras cubanas sin restricciones?
No se puede predecir qué va a pasar en un país; si va a ser más abierto o más cerrado, más favorable en lo económico o no. Hay un chiste, recuerda, que la democracia y la riqueza suiza solamente crearon el reloj de cu-cu.
Quién es Leonardo Padura
Nació en Mantilla, una de las zonas de La Habana, en Cuba, en 1955.
Sus estudios. Se graduó en Literatura Latinoamericana en la Universidad de La Habana y comenzó su carrera como periodista en 1980 en la revista literaria El Caimán Barbudo
Su obra. Es muy prolífica. Ha escrito novelas, cuentos, reportajes, guiones…