Cherry, así le dicen sus amigos. Gabriela Chérrez es la artista detrás de la ardiente protagonista de ‘Ardo por un semental que me llene toda’, una historieta entre el erotismo y la pornografía, pintada en esmalte de uñas sobre azulejos (cerámica), que escandalizó a Guayaquil en 2007. Ella habla de feminismo, arte y de las implicaciones de la obra que partió en dos la historia del Salón de Julio.
Usted ha enmarcado su trabajo artístico dentro del posfeminismo. ¿A qué se refiere con ello?
Desde 2006 mis intereses surgen de preocupaciones feministas y giran en torno a lo público y lo privado, a la sexualidad y al derecho al placer sexual. Me interesa producir obras que provoquen al espectador, causando rechazo por su contenido, pero también atracción por su propio morbo. Mi obra es una forma de resistir creativamente a la violencia simbólica que afecta a las mujeres. Mi estrategia ha consistido en la aproximación, de forma crítica, a elementos como historietas eróticas, videos porno, imágenes de periódicos amarillistas, en donde la figura femenina es construida desde la mirada masculina.
¿Encarna esto de alguna manera un cuestionamiento a fases del movimiento feminista?
Existen diferentes tipos de feminismo, pero más que superar fases creo que falta concienciar. Con todos los casos de feminicidio que se han dado este año en Ecuador, no se puede decir que las feministas son violentas, desestabilizadoras, porque se reúnen a protestar por un crimen que sucedió dentro de una institución del Estado.
¿Lo de posfeminista tiene que ver con romper la censura?
Mi propuesta se podría enmarcar en un feminismo prosexo, que defiende la búsqueda del placer, por eso causó tanto revuelo ‘Ardo por un semental…’. Imagínate, en 2007 que una chica de 25 años que trabajaba como asistente en un banco pintara una historieta donde la protagonista deja a su novio para fugarse con un hombre casado, solo porque él era mejor en la cama. Había imágenes de desnudos, malas palabras, finalmente el personaje pensaba hacerse un aborto porque no deseaba tener un hijo. Esto gana un premio municipal para las fiestas de julio de Guayaquil, que es una ciudad con doble moral. La polémica que desató la obra solo desenmascaró a una sociedad conservadora.
¿Qué es lo más hilarante que le pasó con ‘Ardo por un semental…’?
Cuando gané el Salón de Julio fui al Museo Municipal de Guayaquil a ver la exposición y el mediador me contaba que las personas se sorprendían cuando leían la ficha técnica, al saber que una mujer era la autora. Algunos hombres le preguntaban cómo era yo físicamente. Y lo segundo que me dijo me encantó: muchas personas iban directo a preguntar por esa obra, ya que habían oído de ella en el sermón dominical. Monseñor Elías Dávila había escrito incluso un editorial.
¿Y qué decía el clérigo de la obra?
La página Río Revuelto recoge el artículo publicado en Expreso. Él se refería a unos “baldosines de cómics subrayados por la vulgaridad de palabrejas de albañal”, que supuestamente no coincidían con el espíritu guayaquileño. Su visión de una exposición era la de admirar y agradecer el arte exhibido. Pero reconocía que “hasta para criticar hay que observar lo que se nos exhibe”. La reacción de la Iglesia llevó más público a la muestra.
¿Pero hubo también un lado de prejuicios en esta historia?
Todos se imaginaban que era una mujer caliente, que iba por allí buscando un semental. Cuando gané el Salón era estudiante de arte, con mis compañeros estábamos en la misma sintonía. Mis familiares no entendían bien qué estaba estudiando, pero como me pagaba con mi trabajo la carrera no podían intervenir. Trabajaba en un banco y tuve que enfrentar prejuicios, salí del anonimato y la jefa de Recursos Humanos me hacía un poco imposible la vida; resistí varios años.
¿Su obra se vale del escándalo?
No, hacer una obra artística relacionada a la búsqueda de placer no debería ser un escándalo. Hablar abiertamente de sexualidad siendo mujer es un derecho.
¿Qué piensa del Salón de Julio?
El concurso daba un panorama del arte contemporáneo del país. En 2010 el Museo modificó las bases para que no ingresaran obras con contenido sexual explícito. Y en la actualidad la obra no puede ser efímera, debe quedar algo físico. El Salón dejó de ser un lugar para la experimentación y se convirtió en un certamen para ganar USD 10 000. Creo que se deben replantear estos concursos, porque los formatos están caducos.
¿En qué está trabajando ahora?
Sigo trabajando en mi obra personal. En paralelo trabajo hace dos años con Pilar Gavilanes en Funes Editora, acabamos de lanzar nuestro primer libro: ‘Lo demás se desea, Amorfia’. Es una curaduría donde ponemos en diálogo diferentes manifestaciones artísticas. En ‘Amorfia’ tenemos obras de Gabriela Fabre, Gabriela Serrano, poemas de Roxana Landívar, textos de Mariuxi Balladares, Guadalupe Álvarez y Margarthe Tirado. Estamos por sacar el segundo libro, que se llamará ‘Montajes’.
Antes
Reunión. Vive hace tres años en Miami. Trabaja en una tienda, en su editorial y estudia inglés. “Escasea tiempo para un Zoom”.
Durante
EE.UU. De niña soñaba con conocer Miami, cuenta. Luego dejó de importarle. “Pero siempre quise irme de Guayaquil”.
Después
Foto. Nos envía fotos. Entre ellas su instalación de fin de año para la galería Violenta de Guayaquil, que acompaña a esta entrevista.
Gabriela Chérrez
Guayaquil, 1981. Es licenciada en Artes Visuales y máster en Creación Artística Contemporánea de la Universidad de Barcelona. Ganadora de la Beca Dpm 2006, del Salón de Julio 2007 y del premio Brasil 2016.
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