El verano es la época de mayor contraste cromático, pues los colores del cielo y de la flora se vuelven más intensos. Esto se debe a que algunas condiciones meteorológicas cambian.
Especies como el fresno ahorran energía, por la baja humedad y los fríos intensos de la noche. Luis Baquero, biólogo del Jardín Botánico de Quito, explica que las hojas dejan de alimentarse del árbol, lo que da paso a tonalidades amarillentas. En especies como el arupo, la cucarda o el cholán, la descarga de energía acumulada en época de lluvias y la gran cantidad de luz del verano originan flores que propician la polinización. Adornan la planta con tonos rosados, rojizos, amarillentos o violetas.
Hay otro factor: la luz, compuesta por ondas de frecuencias de distinta intensidad y longitud. Al mediodía, los tonos azules y violetas tienen más protagonismo, pues son de alta frecuencia y longitud corta. En cambio, al atardecer los rojos y anaranjados se notan más, por su mayor longitud y menor frecuencia. Esto permite el contraste entre el azul del cielo y las nubes pintadas de rosado, por el reflejo de los rayos solares.
Las fotografías fueron tomadas en junio y julio últimos.
Arupo rosado en la Plaza Grande, en Quito. Atrás, el Monumento a los Héroes del 10 de Agosto 1809.
Un cardo de la ruta ecológica del Chaquiñán.
Atardecer desde el parque Bicentenario, al norte de Quito.
La Luna aparece en el atardecer desde el parque Bicentenario. El árbol es un fresno.