Entrevista a César Montúfar Mancheno, líder del Movimiento Concertación y Exasambleísta.
Su hoja de vida:
Catedrático universitario y político profesional. Fundó la organización civil Participación Ciudadana. Fue asambleísta en el período 2009-2013. Es el líder de la Concertación, movimiento político que acaba de ser inscrito ante el CNE.
Su punto de vista: Los resultados del 23 de febrero, con el triunfo de Mauricio Rodas y varios alcaldes de distinto signo, marcan el agotamiento del correísmo. Hay que armar una plataforma de varios actores.
¿El anuncio del presidente Rafael Correa, de insistir la enmienda constitucional sobre la reelección indefinida para hacer frente a una “restauración conservadora”, es un mensaje político al alcalde Mauricio Rodas?
No solo a él, es una respuesta desesperada por el agotamiento del modelo correísta. Si bien este, hace siete años, significó la ruptura con el pasado, hoy es un modelo anacrónico, un caudillismo autoritario. Los resultados del 23 de febrero, con el triunfo de Rodas y varios alcaldes de distinto signo, marcan el agotamiento del correísmo.
Pero hay analistas que sostienen que el Presidente es muy popular…
Sin duda lo es.
¿Entonces?
No quiere decir que sea un proyecto de larga vida. Y esto se demuestra en el simple choque del modelo constitucional de Alianza País sobre la reelección indefinida. Una de las promesas de la revolución ciudadana fue la democratización y la participación, pero siete años después pasa todo lo contrario. La reelección indefinida no es la democracia, es un modelo autoritario.
¿Alcaldías como la de Quito significan un riesgo a ese proyecto de Alianza País?
No solo la de Quito, que es el centro de gravedad política. Miremos la filiación política de las capitales de provincia: Guayaquil, Cuenca, Machala, Portoviejo… Esto no es aislado, por eso el oficialismo responde con la posibilidad de eliminar la alternancia política con este proyecto de reelección.
¿Es un punto de inflexión?
La iniciativa política, en este momento, ya no está en el oficialismo. La reelección es una medida desesperada que puede ser tramitada en la Asamblea si es que nosotros, la oposición, no hacemos nada.
¿Qué recurso efectivo tiene la oposición para bloquear ese trámite?
Tiene muchos recursos además de la obligación política y moral para hacerlo.
¿Cómo va impedir el debate en la Asamblea donde el oficialismo controla 108 de 137 votos o cómo va a incidir en la Corte Constitucional?
Uno de los recursos puede ser una consulta popular convocada a través de la recolección de firmas ciudadanas.
¿Con la experiencia de lo que pasó con Yasunidos?
Si todos los sectores políticos de la oposición se articulan frente al objetivo de la defensa de la democracia, la consulta puede ser posible. Sin alternancia, aunque haya elecciones, no habrá democracia.
¿Qué papel pueden jugar en esta coyuntura grupos como la Concertación?
Hay que pensar la etapa poscorreísta, con lógicas distintas a las que la oposición tenía cuatro años atrás.
¿De qué manera?
Primero, hay que entender que la gran dicotomía es la democracia o el autoritarismo. Segundo, la oposición debe construir una agenda programática que ofrezca alternativas al modelo vigente y no solo criticarlo. Finalmente, las oposiciones deben verse de una forma complementaria y no de competencia entre sí, sean estas de izquierda o de derecha. Lo fundamental es construir un programa de transición, donde el primer paso es detener la reelección indefinida.
¿A esta plataforma deben entrar los triunfadores del 23 de febrero?
El liderazgo debe ser colectivo y sin prejuicios entre las distintas fuerzas. La defensa de la democracia no es un problema únicamente de los políticos n i de la oposición, sino de todos los sectores. Yo veo que hay un momento de inflexión en el sector indígena desde la Conaie y siento que el movimiento universitario también se está configurando. Más allá de los resultados, el trabajo de Yasunidos hay que destacar. En esta articulación, las autoridades seccionales tienen su rol.
¿A los alcaldes y prefectos les corresponde defender la democracia?
Absolutamente. La representación de un alcalde o un prefecto es fundamentalmente política y debe resguardar los elementos básicos del convivir democrático. Esta es la gran oportunidad para que, como sociedad y actores políticos, entendamos que más allá de los aspectos positivos que pueda tener este gobierno, hay un núcleo autoritario que debe ser cuestionado.
Desde esta premisa, ¿usted advierte una relación difícil entre el Presidente y los alcaldes no correístas?
En el caso de Quito, la administración municipal tiene un enorme desafío que incorpora una colaboración con el Gobierno central. Pero Correa debe respetar a las autoridades locales. Si eso no sucede, se termina la dinámica democrática. Correa, luego de los resultados del 23-F, habló de colaborar con Rodas y todos los alcaldes. Pero ahora, se ve el germen de un enfrentamiento desde el Gobierno central que puede afectar los intereses de Quito.
¿Una suerte de sabotaje?
El bloque de Alianza País en el Concejo de Quito no puede caer en los mismos vicios que tanto criticaron de la partidocracia: la obstrucción.
¿Qué puede hacer Rodas?
Su desafío es representar el sentir ciudadano que puso a Augusto Barrera y a Alianza País fuera de la Alcaldía. Su gestión debe ser independiente y cercana a la gente.