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Un plan ayudará a niños de Monte Sinaí; hay deserción escolar y falta de apoyo pedagógico

Miriam Avilés es una de las maestras voluntarias que da soporte pedagógico a los niños del sector  Monte Sinaí

Miriam Avilés es una de las maestras voluntarias que da soporte pedagógico a los niños del sector Monte Sinaí

Miriam Avilés es una de las maestras voluntarias que da soporte pedagógico a los niños del sector Monte Sinaí. Foto: Mario Faustos / El Comercio

Cuando el año escolar empezó, Miriam Avilés tenía 40 estudiantes asignados. La maestra de quinto de básica de la Unidad Educativa América comenzó a enviar las fichas pedagógicas a través de la aplicación de Whatsapp. Pero no había respuesta de cinco de ellos.

Casi un mes después, los encontró en un pequeño grupo de estudio que la comunidad improvisó en medio de la pandemia, en la Cooperativa Realidad de Dios, en el noroeste de Guayaquil. “Tenían problemas de conexión. Sus padres estaban decididos a que no estudiaran este año”, cuenta.

Avilés y otros seis educadores separan cuatro horas, dos veces por semana, para visitar el apartado territorio de Monte Sinaí. Se equipan con mascarillas y acuden, voluntariamente, para dar soporte pedagógico a los niños. “No queremos que pierdan sus estudios”, dice la profesora, que tiene 12 alumnos adicionales.

Sinconectividadni equipos

tecnológicos en los hogares: esas falencias hacen que la educación no presencial se torne un reto para esta popular zona de la ciudad, donde se calcula viven cerca de 28 000 familias.

Este es el distrito educativo más numeroso de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón). A inicios de año superaba los 80 700 inscritos.

Para cumplir con sus clases, algunos estudiantes de Monte Sinaí debieron mudarse de lunes a viernes a casas de familiares que cuentan con servicio de Internet. En otros casos, los padres no tienen tiempo para vigilar o no tienen conocimiento de las tareas. Y otros alumnos, simplemente, cambiaron los estudios por trabajos o tareas domésticas.

“Esa es una realidad que afecta, principalmente, a las niñas”, dice Vivianne Almeida, directora municipal de la Mujer. Y cita un informe de la oenegé Plan Internacional, que calcula que 740 millones de niñas en el mundo se han visto obligadas a dejar la educación debido a la pandemia.

“Están asumiendo tareas no apropiadas para su edad: están cocinando, lavando, planchando -agrega Almeida-. Esto las pone en riesgo de deserción escolar y a una mayor vulneración de sus derechos”.

Para impedir que se alejen de la escolaridad, el Municipio contratará 278 tutoras y 15 técnicos, quienes darán acompañamiento pedagógico. 6 000 escolares, de segundo a séptimo de básica, serán parte del proyecto. Arrancará el 15 de octubre, en el inicio del segundo quimestre en el ciclo Costa. Los tutores contratados tendrán un proceso de inducción.

El plan tiene el aval del Ministerio de Educación y se basa en el programa Aprendemos juntos en casa. La semana pasada, la ministra Monserrat Creamer visitó algunas iniciativas comunitarias que reúnen a niños en clases bajo árboles o en patios polvorientos.

“Vamos a colaborar de manera articulada, porque nosotros trabajamos con el portafolio, que es la única manera evidente para saber que el niño sigue en el sistema”, explicó. El objetivo es que los niños se pongan al día con las actividades de las fichas pedagógicas para que aprueben el año.

Las tutoras contratadas deberán tener experiencia en trabajo comunitario y serán capacitadas en políticas de protección a la niñez. Cada una trabajará con 22 niños, divididos en pequeños grupos, y los visitarán dos veces por semana.

La subsecretaria de Educación de la Zona 8, Alexandra Higgins, recalcó que el trabajo será coordinado ya que en algunos sectores cuentan con el apoyo de docentes voluntarios. “La idea es que los chicos puedan entregar su portafolio para ver sus calificaciones, avances y su asistencia en época de pandemia”, añade.

En este sector, para trabajar con los más pequeños, colaboran 24 maestros voluntarios, ocho psicólogos del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) y dos pedagogos. Ellos dan apoyo a las cuatro escuelas comunitarias que han sido identificadas y que surgieron en medio de la emergencia sanitaria.

Parte de ese equipo da soporte a la iniciativa que la joven Nikool Rosero y sus hermanas emprendieron. En junio, cuando arrancaron las clases, se organizaron para dar refuerzo escolar en las materias básicas. Cada tarde reúnen a cerca de 50 niños, de distintas edades, en la casa de una vecina. El requisito básico es que lleven mascarillas.

Hasta ahí acuden la maestra Avilés y sus colegas. Esta semana lograron igualar a sus alumnos de Realidad de Dios. Avanzaron hasta la ficha 17 y están a

punto de terminar el quimestre. “Estamos comprometidos -dice- y queremos seguir trabajando con los niños, hasta que finalicen su año escolar”.