Un arte que permite apreciar la fragilidad de la vida
Por Gabriela Loayza
Al pensar en un guerrero ninja, muchas personas pueden concebir la imagen de un mercenario sin escrúpulos que se vendía al mejor postor, en medio de su lucha por erradicar a los samuráis de la faz de la tierra. Sin embargo, todas estas concepciones, creadas en su gran mayoría por las producciones hollywoodenses, se alejan de la profunda y compleja realidad en la que evolucionó y se ha desenvuelto este arte marcial.
Tenga en cuenta
La palabra Ninjutsu, como lo explica el instructor Felipe Crespo, es el nombre comercial de este sistema. El correcto es Budo Taijutsu.
En japonés, el término ‘Nin’ significa perseverante, constante, furtivo; y ‘Jutsu’ , significa arte o técnica. Así que este es el arte de la perseverancia y sus practicantes son personas perseverantes.
La organización internacional encargada de preservar y transmitir este sistema es la Bujinkan Dojo (La casa del divino guerrero). En Ecuador funciona desde el año 2001.
Más info: Quito: 098343464/ 095273444/ 095304598/ 223 5222. Cuenca: 092346602.“Lo que la gente únicamente conoce es la parte más llamativa”, explica el instructor Daniel Carrasco, quien antes de dedicar su vida al ninjutsu (cuyo nombre apropiado es Budo Taijutsu), practicó otras artes marciales, como el karate y el taekwondo. Pero fue la filosofía, la exigencia y la historia del Budo Taijutsu los que hicieron que se decidiera por él.
“No es verdad que los ninjas eran guerreros cobardes y traidores. Ellos eran soldados que peleaban por su familia y por su país; y, en tiempos de guerra, ¿qué soldado no ha tenido que matar?”, dice Carrasco. Como él explica, la línea entre los samuráis y los ninjas era muy difícil de trazar. En efecto, descubrimientos recientes han demostrado que muchas familias de samuráis eran ninjas en secreto; además, el entrenamiento del ninjutsu involucraba el aprendizaje de 36 técnicas: 18 ninjas y 18 samuráis.
En realidad, la verdadera esencia del Budo Taijutsu radica en la palabra “vivir”. Todas sus técnicas, estudios y habilidades estaban dirigidas a conservar la vida en situaciones extremas, utilizando el mínimo de fuerza y recursos posibles. No se trataba de una simple supervivencia, sino de apreciar y aprovechar al máximo cada instante de la vida, pues este podía ser el último. “Cuando tu vida está en juego, debes ser muy severo contigo mismo para poder sobrevivir”, explica el instructor Carrasco, refiriéndose a la actitud ninja que dura hasta el día de hoy y que se aplica en todos los entrenamientos. “A pesar de que en el Dojo realizamos una especie de ‘teatro’, con movimientos suaves y lentos, al mismo tiempo practicamos técnicas mortales y sabemos que estamos jugándonos la vida todo el tiempo”.
Al poseer un respeto tan alto por la vida, el ninja actuaba con sigilo y precaución a cada instante; no era un guerrero dispuesto a arriesgar su seguridad y la de sus compañeros a través de acciones inconscientes, como decidir batirse con 10 o más guerreros él solo y al mismo tiempo. “Vencer en una batalla consiste en evitar la confrontación. Se entabla un combate únicamente cuando no queda otra salida”, explica el instructor Felipe Crespo. Es por esta razón que el Budo Taijutsu no busca formar simplemente luchadores, sino buenas personas, capaces de controlar las fuerzas de su cuerpo, mente y espíritu. “Un verdadero guerrero es el que trata con respeto a los demás; el que hace que todos se sientan más seguros y felices de tenerlo cerca”, dice Crespo.
Aunque el ninjutsu se desarrolló durante los años conflictivos del Japón medieval (empezó aproximadamente en el siglo V y declinó en el XVI) y muchas de sus funciones giraban alrededor del espionaje, el transporte de mensajes, el sabotaje e incluso el asesinato, los ninjas consideraban a su arte una manera de alcanzar la perfección y la paz interna. “Hace mucho tiempo los ninjas eran conocidos como técnicos que solo entrenaban para espiar y asesinar. Si un ninja hubiera escuchado esta definición, se habría enfadado y habría contestado de una manera muy fuerte”, dice la página web Môryu Dojo Bujinkan Budo Taijutsu, y añade: “El espíritu del ninja es la esencia del ninniku seishin, el abandono de la amargura que resulta de los insultos, la ira y la envidia”, siendo “el principio máximo en ninjutsu llegar a tener un corazón benévolo”.
Las tradiciones de este sistema marcial se transmitían de generación en generación, de manera oral y escrita. Como lo explica la web Môryu Dojo Bujinkan Budo Taijutsu, el ninjutsu abarcaba como unas 70 diferentes escuelas, algunas de las cuales fueron desapareciendo con el pasar del tiempo. Actualmente, el heredero de nueve de estas escuelas es el sensei Masaaki Hatsumi, quien fundó la Bujinkan Budo Taijutsu en 1972. Esta es la organización internacional que transmite y regula este arte alrededor del mundo.
Existe un vínculo muy fuerte entre los estudiantes, pues ponen su vida en manos del compañero
para que entrene y aprenda.A diferencia de las tradiciones samuráis que se transmitían únicamente a los miembros de un mismo linaje, el ninjutsu se constituía en un sistema un tanto más democrático que se enseñaba a una gran variedad de personas. En este sentido, nunca discriminó a las mujeres que, llamadas kunoichi, eran consideradas como un ninja más.
“Los ninjas, enseguida se dieron cuenta de la facultad para pasar desapercibidos que tenían la mujer y el niño, ya que de un hombre se podía esperar cualquier acción, pero nunca de las mujeres o los niños, ya que nadie les consideraba como guerreros”, explica la web Môryu Dojo Bujinkan Budo Taijutsu. Fue gracias a ese prejuicio (que prevalece incluso hasta el día de hoy en muchas culturas), que las mujeres pudieron cumplir sus misiones de manera efectiva y valiente.
Sin embargo, no por ser mujeres recibían (o reciben) un trato especial, pues la exigencia de este arte es igual para todos. “Este es un arte marcial muy fuerte, más fuerte que cualquier otro. Por eso no se realizan competencias, pues las técnicas pueden causar grandes daños”, dice Ramiro Ocaña, que practica este arte hace cuatro años.
Las competencias tampoco se realizan porque solo ayudarían a acrecentar el ego y esto es lo último que el Budo Taijutsu busca. “Este arte marcial no es simplemente un deporte o algo divertido”, dice Andrés Suárez, que lo practica hace un año y medio. “Uno aprende a superar de mejor manera los golpes de la vida y a seguir adelante. Se llega a entender que el dolor es pasajero, pero deja una enseñanza para toda la vida”.