El suicidio de un hijo por frustración o violencia sicológica es devastador para una familia. La cuencana Araceli Correa está viviendo este dolor. El 24 de abril del 2023 su hijo, Kevin Sebastián Bustamante, de 17 años, se quitó la vida.
Ella cuenta su historia con la esperanza de que cambie el sistema educativo. Que no se humille al estudiante por malas notas y se valore sus habilidades. Además, que los profesores sean empáticos. Con su testimonio busca ayudar a otros.
Testimonio de la madre
“Kevin era el tercero de mis cuatro hijos. Seguía contabilidad. Cursaba el segundo de bachillerato en el Herlinda Toral de Cuenca. Era el primer baterista de la banda de música de este colegio fiscal. Amaba la música y eso le daba mucha alegría.
Hace dos años le diagnosticaron depresión aguda. Como antecedente, de niño sufrió de bullying y en la pandemia se quemó mi casa. Mis cuatro hijos estaban adentro. Para ellos eso fue desesperante y de horror.
Todo esto sumó más miedos y afectó la salud mental de Kevin. Entró en tratamiento, primero psicológico y luego siquiátrico. El año anterior intentó quitarse la vida. Tomó las mismas pastillas de su tratamiento, pero en exceso.
Los médicos lo salvaron. Lo interné un mes en el CRA, un centro especializado en salud mental y logró estabilidad emocional. Me extendieron un documento para justificar la inasistencia de Kevin a clases.
Cuando fui al colegio, la rectora Paola (Carrera) me apoyó. Los profesores manifestaron su malestar por el incumplimiento de las tareas. Pero al final le enviaron trabajos para promediar las calificaciones.
Ofensas por bajo rendimiento
Kevin recibía agravios de varios docentes frente a sus compañeros. Le decían que era vago, tonto, inútil y poco inteligente para pertenecer a la banda de música. Se dormía en clases por los fármacos y los profesores lo regañaban fuerte.
Esto fue minando más su autoestima. Un día amanecía contento y otro triste, lloraba o reía. Kevin recayó. Lo volví a internar. En esa ocasión, por dos meses. Se recuperó y seguía su tratamiento. Regresó a estudiar como un chico normal.
Al mismo tiempo me acerqué al plantel para justificar la inasistencia. La vicerrectora y el psicólogo del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) me exigieron un certificado que justifique que Kevin es una persona vulnerable.
Cancelé USD 30 en el CRA por el documento y en el colegio no lo validaron. Argumentaron que solo decía que estaba enfermo y que no explicaba el procedimiento de enseñanza que debían aplicar con él.
La respuesta del Distrito de Educación
Me vi obligada a ir más alto. El 20 de marzo visité el Distrito de Educación. Fui atendida por un psicólogo. Al revisar el informe dijo que era un estudiante normal. Además, que si se sentía acosado dentro de la institución que lo cambie o lo retire.
Pero Kevin no rendía en sus estudios porque tenía muchos vacíos de aprendizaje. Estaba con bajas notas. Seis materias con rojo. La tutora le colocó 4/10, ella que siempre me veía llorar por mi hijo.
Las calificaciones hicieron que se deprima y se sienta frustrado. Repetía todos los días, mamá con esas calificaciones no aprobaré el año. Se agobiaba de ver tanta materia. Hasta que a mediados de abril dijo que ya no quería ir al colegio. Apoyé su decisión.
Fui a la institución y lo notifiqué. La vicerrectora me dijo de lo más normal que fue la mejor decisión que tomé. En ese momento solo pensaba que ahora mi hijo tendría más libertad para hacer sus cosas.
Los últimos días de vida
Había pasado una semana cuando un profesor de música y sus compañeros lo llamaron. Tenían una presentación en la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) y querían que Kevin integre.
Los compañeros contaron que cuando Kevin entró al colegio para los ensayos, con ropa de color, el inspector lo encerró en un aula. Le dijo que se largue porque ya no era parte del colegio. Lo filmaron, lo trataron como un delincuente y lo tildaron de drogadicto.
Fue un acto cruel y de maldad, porque sabían que mi hijo presentaba problema de baja autoestima. Con eso lo hundieron más. Sus compañeros lo apoyaron y el 21 de abril logró participar con su grupo. Fue su última presentación.
La tarde del 24 de abril mi hijo mayor encontró a Kevin sin vida, en la buhardilla del tercer piso. Recuerdo que antes, en la mañana de ese día, nos abrazó y lloró. Era su despedida, pero no presentimos nada. En la familia no tenemos remordimiento. Kevin era feliz en nuestro hogar.
Como despedida dejó escrita una carta. Decía que quiere mucho a su papá, que admira la valentía de su mamá, que ama a sus hermanos y que odia a su colegio. Es una interpretación clara de lo que sentía en su interior.
Ahora es irremediable, Kevin ya no está. Pero hay cientos de chichos que están allí adentro (colegio) que necesitan ayuda, que los escuchen, que los entiendan y que los profesores sean empáticos. Para ellos no es tarde.
Todos merecen ser felices. Tratados con dignidad y amor. Yo sé que los chicos son complicados, pero eso no les da derecho a maltratarlos, humillarnos o prohibirles hacer lo que les gusta.
A mí no me importaba que mi hijo deje de estudiar con tal que sea feliz. La música le daba mucha alegría, al cantar desfogaba todo el dolor y pena que llevaba por dentro. Por favor, que el caso de mi hijo surja para bien.
Quitarse la vida es un acto propio, pero creo que la institución fue parte-causa de esta decisión. Que los docentes que no están preparados para ayudar a los estudiantes que los retiren porque no puede repetirse otra muerte.
Noticias relacionadas:
Más denuncias de vejámenes por parte de docentes tras suicidio de estudiante
Suicidio de Johana B. sería por bullying en su colegio, dice su familia
Estudiante se suicidó por supuestos malos tratos en un colegio de Cuenca
Padres de familia denuncian caso de abusos sexuales en plantel de Quito
Visita nuestros portales: