Han pasado poco más de cuatro años cuando saltó la pandemia del covid-19 y el mundo comenzó a hablar de “una nueva normalidad“. A partir de una crisis, las personas debían acostumbrarse a nuevas realidades, nuevas formas de relacionarse y de producir. Ahora, los cortes de luz de hasta 14 horas, que disminuyen y luego vuelven a aumentar, han afectado a muchos. Se ha abierto un debate alrededor de una pregunta: ¿se puede decir que los apagones generan una segunda nueva normalidad en el país?
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Tal como en la pandemia, las compras a mansalva
Tal como en la pandemia, los cortes de luz modificaron hábitos que impactaron en los bolsillos y no fruto de la crisis económica necesariamente, sino porque objetos que nadie se había imaginado se convirtieron de golpe en productos de primera y vitalísima necesidad. Se compraba a mansalva mascarillas, alcohol en gel, desinfectantes, comida -perecible y no- y, en consecuencia, se pertrechaban de papel higiénico.
Con los cortes de luz hubo el mismo fenómeno de consumo, a pesar del impacto que provocará en la economía real. Aunque las preferencias fueron otras: generadores de luz, paneles solares, linternas, baterías, focos recargables. En las casas donde todo es eléctrico, compraron cocinetas a gas, pese a la restricción del uso de este combustible para ciertos edificios. Las UPS para dotar de energía a los routers de internet se convirtieron en la sensación.
La gran diferencia: la tecnología impedida
Ximena Aguinaga es una profesora que recuerda muy bien cómo en el 2020 debieron ajustarse a la tecnología. Hubo que crear aulas virtuales. Ahora, en cambio, deben readaptarse a lo analógico.
Y en este sentido, las respuestas han sido diferentes. “Todos fuimos estudiantes con pizarra, con tizas o marcador, y el mundo sigue”. Sin embargo, para la nueva generación de docentes, fue como una caída, un retroceso tan grande que no se podía hacer nada.
En el centro educativo en que trabaja se permite tener el celular a los estudiantes del Bachillerato. Sin embargo, Aguinaga ve que los apagones derivaron en algo virtuoso: los jóvenes comenzaron a interactuar más, a charlar, incluso a jugar.
“Como docente y como mamá, creo que ha sido maravilloso porque todo lo que se conectaron desde la pandemia, debieron desconectarse“, dice Aguinaga, con una mirada positiva la manera como reaccionaron los adolescentes ante los apagones.
Soluciones ante los apagones
Aguinaga no se anima a decir que se trate de una nueva normalidad. Tampoco lo hace la psicóloga Gisella Echeverría. Para que sea una nueva normalidad debiera pasar más el tiempo, sin embargo, hay que pensar en las soluciones ante un posible síndrome de abstinencia tecnológica.
En un mundo hipertecnologizado e hipercomunicado -dice Echeverría-; su ausencia es un problema. Sin embargo, lo importante es aceptar la realidad y encontrar las soluciones.
“La fuente mayor de sufrimiento es la falta de aceptación de la realidad. En la medida en que más pronto aceptemos que esto ees algo con lo que debemos vivir, quién sabe por cuánto tiempo, hay que aceptar la realidad y enfocarse en las soluciones”, añade Echeverría.
Si bien en mucho estas soluciones dependen de algunos objetos materiales, se puede fortalecer el vínculo humano. “Se puede aprovechar esta escasez de luz para generar un espacio de comunicación entre la familia, que es algo que habitualmente se pierde cuando estamos conectados a los dispositivos. Volver a tener la capacidad de contar historias, de leer libros, de llenarnos de buenas palabras“.
La no tan fácil “nueva normalidad”
Sin embargo, lo que complica son los cambios repentinos en los horarios de cortes, que hacen que la incertidumbre sea mayor y se compliquen las adaptaciones. Así, muchos pueden contar de las tensiones entre vecinos.
Los chats barriales en WhatsApp, por ejemplo, han sido los lugares de las disputas entre aquellos que tienen generador y los que no. Otros, en cambio, exigen que se implementen cambios en los conjuntos.
Lo que nadie se animó a decir, como en la pandemia, es que de los apagones saldremos mejores seres humanos.