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1 500 familias extraen la sal para comprar juguetes para Navidad

Redacción Manta
ecuador@elcomercio.com

 El viento sopla con fuerza en esta época del año en los campos de los poblados de San Jacinto y San Clemente, norte de Manabí.
Hasta fines de noviembre,

El procesamiento
El precio del quintal de sal  blanca es de USD 5; de la negra, para ganado,  USD 2 y la corriente  cuesta  USD 3.Las piscinas salineras en  las zonas de   San Clemente y San Jacinto se extienden en   30 has.
 El transporte se   realiza  en camionetas hacia sus lugares de destino. Unos  20 hombres se encargan de cargar los quintales de sal hacia los baldes de madera de los automotores.
La sal es un producto que  no necesita de ningún químico para conservarse. Puede ser guardada por largos períodos de tiempo, sin que se afecte. Lo que sí la daña es la humedad.

1 500 personas trabajarán en la cosecha y comercialización de la sal en grano. “Las salinas (lugar de dónde se extrae la sal), son una herencia de nuestros ancestros”, explica  Manuel Cedeño,   dueño de tres piscinas salineras.

Los mantos blanquecinos que cubren la gran planada -bastante seca- de esos lugares del cantón Sucre, marcan el rumbo de las fiestas de Navidad.
Cedeño asegura que la cosecha de sal, que empieza a fines de septiembre y se prolonga hasta noviembre, es la mayor fuente de ingresos en la zona.

Hombres y mujeres saben  qué hacer cuando llega la época de recolección del mineral. María Cobeña llegó desde su natal Pedernales, hace 15 años. Aprendió la recolección por necesidad y ahora es una experta en el acopio de este producto.

“Al principio, cuando ingresaba a una piscina, se me partían las plantas de los pies, ahora ya no me sucede eso. Existen  varios  truquitos con  los que se puede evitar la molestia”, confiesa.

“Hay que madrugarle al día, si uno se atrasa, el calor  y la humedad lo consumen. Es mejor adelantarse”, dice  Yolanda Mora. Ella trabaja almacenando la sal en sacos de nailon, donde caben un poco más de 100 libras.
 
Con paciencia, Mora retiró las primeras capas del mineral. Ahí está la  sal de mejor calidad, a la que los obreros la llaman la más blanca. Esa no  puede ser mezclada. Luego se deposita  en la parte alta de la piscina y el sol hace su trabajo. Cristaliza el mineral hasta convertirlo en granos.

En tres horas se formó un montón que alcanzaba los  2  metros de altura por 4 metros de diámetro. Mediante la ayuda de tarros de plásticos se recoge el producto y se deposita en los sacos. Después,  en una camioneta, con balde de madera,   las fundas son transportadas hacia el borde de la vía que conduce a Portoviejo.

Otra parte es guardada en la planta baja de la casa de Cedeño. El mineral se almacena hasta que  lleguen los compradores procedentes de Chone, Jama, Pedernales, Portoviejo y Manta.
Carlos Saltos tiene cuatro piscinas.  La sal brota seis meses después de la temporada de lluvias. “El año pasado del cielo cayó poca agua. Ahora no llueve y las piscinas no tienen qué procesar, si no hay agua el próximo año no habrá cosecha de sal”.

Mariano Soledispa, por ejemplo, compra sal en grano para llevar a su natal Chone. “Es la sal que usamos para  hacer el queso. Hay otra con químicos, esa no le da buen sabor al momento de empezar el trabajo de elaboración del queso. Hay que cuidar la calidad de los productos”.

Como ya es costumbre, los salineros separan una parte del dinero que recogen de las ventas para comprar los juguetes.  Mora sabe que si la cosecha es buena, la Navidad  también lo será.