La oposición de izquierda al presidente Guillermo Lasso está conformada por los correístas de Unes, los Pachakutic y los rebeldes de Izquierda Democrática; es lo más bajo de la política ecuatoriana, es la corrupción que busca impunidad, es parte de la izquierda latinoamericana que está convirtiendo sus victorias en derrotas.
La oposición fracasó con las maniobras para controlar el Consejo de Participación Ciudadana y el Consejo de la Judicatura, con la reforma tributaria, con la liberación de Jorge Glas, con la permanencia de Jorge Yunda, con las reformas a la ley de comunicación, con la designación de González como Superintendente de Bancos y fracasó, aliado con Iza, en la destitución del presidente Lasso. Cada maniobra exigía mañoserías políticas, legislativas y judiciales que terminaron en decepciones.
El resultado de las maquinaciones fallidas es que el caudillo sigue prófugo y los funcionarios corruptos de su gobierno que huyeron a México, Venezuela, Bolivia, Estados Unidos, continúan sin poder volver al país. Cada nueva maniobra que emprenden genera peligros para la democracia, pero también genera riesgos para esa oposición hermanada por la corrupción. Con cada fracaso se desinflan las lealtades, se deteriora la imagen de la izquierda y aumenta el riesgo de que hablen los que callaron a la espera de amnistías.
El entusiasmo que generó en la izquierda ecuatoriana la mayoría legislativa se evapora a la vista de su torpeza y su audacia. Pasa lo mismo con la izquierda populista de la región; solo exhiben incompetencia y corrupción.
Venezuela está en tratos con Estados Unidos y ha creado paraísos fiscales; Argentina ha destruido la economía y no puede librar de los problemas judiciales a Cristina; Perú ve que tambalea el “sombrero luminoso”; Chile y Colombia intentan una izquierda más civilizada, pero son motejados de “izquierda cobarde”; por último, la izquierda de Brasil tiembla ante el riesgo de que Bolsonaro cuestione los resultados electorales.