Las cifras ya circulan. Son preocupantes, indudablemente. El Gobierno Nacional ha calculado que en los 18 días de paro nacional el país perdió unos USD 1 000 millones. El sector privado es -según los datos oficiales- el más afectado (775 millones) y el resto en el área petrolera. Otra cifra que circuló, por ejemplo, es que solo para recuperar las zonas de El Arbolito y El Ejido de Quito (zonas donde hubo fuertes enfrentamientos) el Municipio necesitará USD 1 millón.
Cada sector productivo del país actualiza las consecuencias de la paralización y más de uno ha levantado las alertas. La resaca será complicada para todos, incluso para los propios involucrados de manera directa en los enfrentamientos. Sin embargo, sin desmerecer los números, la reflexión tras la protesta también se debe encaminar por construir una visión integral de país.
Y no tiene que ser retórica de campaña electoral ni el uso y abuso del mercadeo político. Tras los enfrentamientos emergieron los problemas de racismo estructural que ha enfrentado por decenas de años el país y que no se han podido reflexionar para alcanzar una madurez. ¿Por qué no se lo ha hecho? Un esbozo de respuesta puede ser porque a muchos les interesa la división, el enfrentamiento violento sobre la discusión, sobre los procesos democráticos, las libertades, los derechos y los deberes.
Ecuador no ha reflexionado sobre la empatía que se requiere para entender al otro; para entender -por ejemplo- sus necesidades. Los gobiernos nacionales y locales, en lo que va desde el retorno a la democracia, han intentado resolver desde sus visiones, pero no han comprendido que el Ecuador es realmente diverso. Se han incorporado términos en la misma Constitución que representan un gran avance, pero la confrontación y la superficialidad con la que se busca resolver problemas estructurales que tiene el país demuestra que no existe un entendimiento de cómo está construida la plurinacionalidad y el mestizaje.
A la clase política le hace falta creer en el país sobre sus intereses, quizás porque es más fácil sacar provecho con un Ecuador dividido y confrontado que con un país con visión de futuro.