Las comparaciones de personajes de peculiar trascendencia, permiten descubrir coincidencias, así como establecer diferencias, reconociendo el clásico dicho de Ortega y Gasset: “El hombre es el hombre y su circunstancia”. Es decir, pueden ser ventanas para atisbar parte del escenario que les tocó compartir. Es un ejercicio que algunas veces deja resultados para comprender las etapas históricas siguientes, a través de las vivencias y peripecias de esos actores extraordinarios o extravagantes.
En el caso de la historia ecuatoriana es posible ensayar este paralelismo entre el doctor Velasco Ibarra y la del actual presidente Rafael Correa. Es probable que luego de culminada esta extraña tarea queden en el cedazo del análisis algunos residuos que permitan comprender dónde estamos y a dónde vamos como pueblo.
Ambos personajes irrumpieron en medio de profundas crisis. Similares en el ámbito político, muy diferentes en cuanto al económico. Emergieron de un pasado sin institucionalidad a causa de la crisis de líderes y partidos que se disputaban a dentelladas el presente, sin importarles el futuro. En el primer caso el líder suplió los vacíos del liberalismo y la impotencia de los socialistas que, concentrados en las universidades o sindicatos, dejaron abiertos los suburbios en las principales urbes para que brotaran fértiles semillas populistas. En el otro, por intuición o razón, se capitalizó el agotamiento del Plan de Retorno que, en la etapa final, lo protagonizó una partidocracia decadente; para colmo, agravada por la culpabilidad de los bolsillos causada por la terrible crisis bancaria. Ambos fueron nutridos de influencias externas. El hombre del dedo único, de la Francia liberal; el otro, del ‘chavismo’ postcastrista y del recuerdo de la espada de Bolívar que ha servido como una antigua telenovela brasileña: ‘Vale para todo’.
Entre las diferencias, la primera que salta a la vista es la disponibilidad fiscal. Uno nació en plena crisis del cacao y otro en una bonanza petrolera jamás vista ni imaginada. El uno tuvo cinco oportunidades y solo una vez concluyó el mandato, mientras que el otro vive en un proceso megalómano de reelección indefinida.
Velasco pasó de la izquierda a la derecha y creó un movimiento parecido al aprismo peruano o al peronismo argentino. El otro convocó a la izquierda donde extrajo a importantes personajes que luego los transformó en singulares marionetas; tuvo asesoramiento internacional y sedujo a sectores empresariales que, a la usanza de la era hitleriana, abandonaron toda expectativa política propia.
En un sillón del aeropuerto Simón Bolívar de Guayaquil, al finalizar el carnaval de 1972, el fogoso líder del siglo XX terminó su experiencia política. La personal se produjo cuando su esposa tuvo un terrible accidente de tránsito en Buenos Aires donde, a diferencia de Bruselas, el servicio de transporte popular no era bueno.