La libertad puede definirse como la facultad que tenemos de expresar y elegir nuestra forma de actuar en un medio como la sociedad. Día a día contemplamos los efectos de la libertad; se pueden observar al salir a la calle, al ver a la gente o al hacer prácticamente cualquier cosa; sin embargo, ¿somos realmente libres entre y con nosotros mismos?
Desde temprana edad escuchamos la frase “sé tú mismo”, pero ¿por qué necesitaríamos un recordatorio para mostrar nuestra verdadera esencia si vivimos en una sociedad realmente libre? La respuesta es simple, pero a la vez compleja; la libertad que nos otorgamos tanto nosotros mismos como la libertad que otros nos otorgan nos forman como persona; y a menudo ni siquiera terminamos de desarrollar nuestra integridad antes de que alguien más quiera cambiarla, para que encaje en un estándar preestablecido en nuestra sociedad; los niños tienen pelotas de fútbol mientras que las niñas tienen cocinas de juguete. Los jóvenes juegan videojuegos y las chicas se maquillan. Porque así debe ser ¿no? No; forzamos a los más jóvenes a encajar en estos estándares irreales que no les permiten siquiera saber quiénes son antes de cambiarlos para que formen parte de un rompecabezas perfecto que es la sociedad, y los llevamos a asumir responsabilidades muy por delante de su tiempo, haciéndolos crecer cada vez
más prematuramente.
Una persona que expresa, simboliza y recupera su libertad, por lo general será juzgada y expuesta por una etiqueta basada en prejuicios de nuestro medio. Entonces, ¿se puede afirmar la existencia de la libertad de expresar nuestros deseos y emociones libremente, sin arriesgarnos a ser víctimas de prejuicios? Probablemente no, puesto que la libertad de uno mismo termina cuando la del otro empieza y todos tenemos el derecho, por más moralmente incorrecto que sea, de prejuzgar a alguien basándonos en información superficial; es tarea de cada uno ver más allá de lo que pensará la sociedad para poder ser real y objetivamente libres.
“Pero todo el mundo me habla como si yo fuera quien debería cambiar. ¿Por qué debo cambiar? Ni siquiera he llegado a saber quién soy y ¿quieres que cambie?”. (Prodigal Son, 2016)