En medio del despliegue del consumismo navideño, se encienden las alertas de una posible desaceleración del crecimiento económico por efecto de la baja del precio internacional del petróleo. Es conocida la alta dependencia económica del país de esta variable, y parecería ser que los tiempos previstos por el Régimen para consolidar su estrategia económica de prescindir de la dependencia de estos recursos, se ve amenazada por esta caída de los precios, lo cual podría estar atentando contra la misma sostenibilidad del modelo económico.
La apuesta del Gobierno es llegar al 2016 con la transformación de la matriz energética, gracias a la inauguración de 8 centrales hidroeléctricas que reducirían, la dependencia de la utilización de combustibles fósiles como gas y petróleo; ello liberaría recursos públicos que actualmente se esfuman en subsidios regresivos e ineficientes.
Pero las piezas de la estrategia no parecen estar adecuadamente combinadas. No haber diseñado mecanismos alternos para enfrentar el ciclo depresivo de los precios y revertir sus efectos, puede conducir a detener bruscamente la capacidad de inversión sobre la cual se soporta la política expansiva de gasto. La fragilidad de esta apuesta se expresa en los desequilibrios de la balanza de pagos, que se profundizan como resultado de la contracción de divisas que ingresan al país, y la expansión de las que salen, por la alta dependencia de productos importados. El incremento de circulante que resulta del ingente gasto público, pone de manifiesto las deficiencias estructurales del modelo económico al promover el incremento del consumo sin una base productiva propia que lo soporte.
Las deficiencias y vulnerabilidades del modelo económico revelan fallas en la concepción misma de economía con la cual trabaja el Régimen: depositar toda la capacidad de inversión en el Estado; volver al sector privado brazo ejecutor de su política de gasto y no canalizador de recursos y de inversión productiva; negarse a encontrar otras fuentes de financiamiento más allá de las que provienen de los países que pertenecen a su bloque geopolítico; generar condiciones adversas para la inversión extranjera directa, sobre la cual podría efectivamente sustentarse la viabilidad de cualquier cambio de la matriz productiva.
Visto en estos términos, al Régimen no le queda otra opción o salida que apostar a ultranza por el extractivismo, y asumir los costos sociales y ambientales que ello comporta, lo que explica la creciente deriva autoritaria de la cual se reviste el modelo para blindarse de toda posible resistencia.
En definitiva, una salida que evidencia una estrategia temeraria; sustentar la sostenibilidad del modelo en una variable altamente volátil y de la cual no se cuenta con suficiente control. Todo ello se asemeja al jugador que cuenta con una sola movida de sus piezas, y que expuesto a la fortuna y al azar, apuesta todo en una sola jugada; un jugador que se alimenta exclusivamente de la adrenalina que significa el arriesgarlo todo.