Desde hace 20 años, todos los desperdicios que se generan en Quito van a parar al relleno sanitario de El Inga. Cada día llegan cerca de 2 200 toneladas de desechos. En ese espacio de 50 hectáreas -ubicado al suroriente de Quito- estarían enterradas cerca de 12 millones de toneladas de desperdicios. Y según la Empresa Metropolitana de Gestión Integral de Residuos (Emgirs), el lugar está a punto de finalizar su vida útil.
No es la primera vez que la empresa municipal hace esa advertencia. Hace tres años la entidad aseguró que se arrancaba con lo que sería la última etapa de operaciones del relleno. En enero de 2019 se inauguró el cubeto 9b.
Un cubeto es un gran hueco de más de 30 metros de profundidad que se rellena, de manera técnica, con capas de basura y tierra. Supuestamente, el 9b serviría por dos años y sería el último que se construiría, porque el relleno ya no tenía más capacidad. Pero se abrió uno más, y en el momento, está en proceso el estudio técnico del cubeto número 11 que, según la Emgirs, será el último.
La entidad puso fecha al cierre. Indicó que arrancará apenas se llene el cubeto 11, en 2024, y que tomará entre 10 y 15 años. En primer lugar, hay que dejar de operar en el área y se debe iniciar un levantamiento y diagnóstico de cómo quedó el sitio. Se debe realizar un estudio y presentar un plan para saber cuáles serán los procesos de monitoreo permanente, que se mantendrán durante los años que tome el cierre.
Generación de lixiviados
Durante todo este proceso, los desechos enterrados continuarán generando biogás y lixiviados (líquido que segrega la basura en descomposición). No se sabe con certeza cuánto tiempo se mantendrán esas condiciones; sin embargo, la Emgirs debe controlar permanentemente el lugar, con análisis físicos y químicos, mientras eso ocurra.
¿Se puede construir sobre un relleno cerrado?
No. La respuesta la da Daniel Hidalgo, docente de la facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad de las Américas. Explica que se podría construir un parque. Levantar casas o edificios en esa zona -dice- sería un grave error, porque el terreno seguirá compactándose por años. Se va asentando, y muchas veces de manera irregular. Mencionó, además, la necesidad de hacer un cercado para evitar la llegada de asentamientos informales.
Habló también de la importancia de la revegetación, pues el territorio no puede quedar ‘desnudo’. Se debe sembrar cobertura vegetal adecuada, especies que no tengan raíces muy profundas, porque pueden llegar a los residuos.
¿Dónde se dispondrá la basura que se genera en la capital?
Según la Emgirs, en el momento hacen estudios para que la “Autoridad Ambiental Nacional determine la factibilidad del terreno que cumpla con los requisitos técnicos para levantar un nuevo relleno”.
En anteriores administraciones indicaron que se había identificado otro espacio amplio en el mismo sector, pero la actual gerencia no lo confirmó ni lo descartó. Hidalgo sostiene que se tienen que ver las condiciones no solo ambientales sino económicas. Un relleno no puede quedar ni muy cerca ni muy lejos de centros poblados. Esto porque si es muy distante cuesta más transportar los residuos. Y si queda cerca, genera problemas de salubridad, por el olor y por las posibles fuentes de contaminación.
Además, debe estar alejado de cuerpos hídricos, de ríos, sitios turísticos y áreas protegidas. Por esas razones, las parroquias del noroccidente y San Antonio de Pichincha estarían descartadas.
Carlos Maldonado, ingeniero ambiental, considera que no es cuestión de buscar otro terreno más grande, sino de instaurar una cultura de reciclaje para que lleguen menos desechos al relleno.
Dice que se debe trabajar de la mano de la comunidad y da algunos ejemplos. En Australia, los residuos sirven para producir energía eléctrica, la cual se utiliza en las plantas de procesamiento. En los países nórdicos se trabaja con generadores de residuos.
Asimismo, allí se aplican tarifas de disposición diferenciada, dependiendo del peso de lo que las familias generen. Así, quien más produce, más paga. Es un incentivo para que la gente recicle.
Según el Municipio quiteño, el 40% de lo que llega al relleno es materia inorgánica (plásticos, cartón, papel, loza, vidrio, hojalata, zinc, hierro, latas…). Seleccionando lo que se puede reutilizar, se puede incluso duplicar la vida útil de los rellenos.