Ha pasado un mes desde la tragedia de La Comuna-La Gasca. Una causa: Quito, para crecer, optó por rellenar sus quebradas. John Dunn, conocedor de cómo se ha planificado la ciudad, se aleja de visiones monolíticas y se plantea la aceptación de las circunstancias para moldear el futuro de la ciudad.
¿El aluvión se pudo evitar con una correcta planificación de la ciudad?
Enfrentamos las consecuencias de una visión corta sobre el impacto que hemos tenido en Quito por el relleno de las quebradas. Cuando Quito empieza a crecer tiene referentes urbanos: el plan de Guillermo Jones Odriozola de 1942, muy utópico en su aproximación y muy ambicioso, y el Plan Regulador de 1958 de Juan Espinosa y de Diego Banderas. Con ellos, el crecimiento de la ciudad sigue considerando el relleno de quebradas. Si queremos buscar culpables en la historia, no creo que haya nombres y apellidos, creo que el culpable es ‘la forma de ver las cosas’, antes no éramos conscientes aún del impacto ambiental que podemos tener como especie en el planeta.
¿Y ya somos conscientes?
Ya estamos conscientes. Lo que vivimos es consecuencia de no entender a las quebradas como los drenajes naturales. Tendríamos que retroceder en el tiempo para decirles a esas personas cuál es ese impacto que no se podía entender en esa época. Ya no es tiempo de prevenir, sino de enmendar, de reparar, para evitar otra vez un desastre. Lo que sí podemos hacer es evitar que esto ocurra en las nuevas zonas de crecimiento de la ciudad.
¿Cuáles son los problemas estructurales de Quito?
Hay planes vigentes para el crecimiento de la ciudad por polígonos, de infraestructura de transporte… Paralelamente a esto, se debe hacer un mapeo, una recopilación histórica de las quebradas y saber debajo de dónde, de qué barrio están. Ver qué se puede hacer con esos lugares, tener planes de contingencia, trabajar con líneas de inundación, que las construcciones tengan seguro contra desastres naturales.
Hay que replantearse muchas cosas…
La función del urbanista es ser ambicioso… ser ambicioso a largo plazo. No vería nada mal que las ciudades en general, no solamente Quito, empiecen a considerar la opción de replantearse varios lugares. ¿Qué pasa si de repente la ciudad empieza a considerar la idea de devolver ciertos espacios a la naturaleza? Para que estos desfoguen, a condición de compensaciones con otros sectores. Es algo muy costoso, pero eso puede proyectarse, devengarse a largo plazo, versus las pérdidas por estas tragedias.
¿Sacar las zonas urbanas de estos desfogues?
Antes de llegar a eso creo que hay que medir los impactos. ¿Cuál es el impacto de no hacer nada? Ese sistema que se ha rellenado tal vez puede tener otras alternativas. Podría haber otras alternativas que faciliten en el desfogue con una relativa coexistencia de la población en el sector. No creo que se tiene que ir al extremo más radical. Mucho de eso tiene que ser revisado y cuestionado profundamente.
Debe haber un gran debate…
Hay que hacer algo previo, que es profundizar lo que conocemos al respecto. Si organizamos primero el debate, pero no tenemos el conocimiento de los riesgos, el debate se va a concentrar en intereses de una parte de la ciudad, versus los de la otra.
¿Y tenemos los estudios?
Tenemos una información que puede servir de papel inicial. O si tenemos toda la información, tal vez está desmembrada. En el caso de La Gasca, muchos recordaron que había pasado algo similar en 1975, el causante es el dique del norte que se desbordó y que originó esta inundación nuevamente. Hay que tomar en cuenta que las condiciones de cambio climático nos hacen prever que las tragedias que ocurran en el futuro van a estar más allá de nuestra expectativa, si usamos parámetros del pasado, que hubo una lluvia de 4 000 metros cúbicos y luego tuvimos una de 20 000, posiblemente tendremos que prepararnos para una lluvia de 50 000.
A las quebradas hay que verlas como algo integral, porque negativizamos todo…
Hay que pensar en las quebradas como permanencias. Que las que no hayan sido tocadas, no se las altere. Hay que entenderlas como un espacio natural que no debe ser afectado. Bajo ese criterio, todo lo que tiene que ver con quebradas debería tener una moratoria, con la que se evite cualquier intervención.
Es cuestión de seguir las reglas de la naturaleza…
Hay que entender las reglas ya existentes. Hay muchos espacios que van a tener que ser desocupados en 100 o 200 años. Quito tiene que ser una ciudad que se reconcilie con sus quebradas.
Hoja de vida
John Dunn es máster en Planificación Comunitaria de la Universidad Auburn, en Alabama (EE.UU). Además tiene el
título de arquitecto por la Universidad San Francisco de Quito.
Es catedrático, Subdirector del Proyecto Editorial del Colegio de Arquitectura y Diseño de Interiores, así como coordinador de Tutoriados, en la Universidad San Francisco.