Testimonio de Marcelo Vinueza, aficionado a la pesca
Yo nací hace 52 años en Tambillo, y crecí rodeado de montañas, por eso no me dan miedo, pero sé que al páramo hay que tenerle respeto. Si uno toma una mala decisión, el páramo le puede llevar.
Vine a vivir a Quito hace 24 años y desde el 2011 soy conductor del Trolebús. Pasar la mayor parte del día detrás de un volante es muy estresante, por eso apenas llega el fin de semana voy a la montaña.
La primera vez que mis hermanos me llevaron a pescar tenía 8 años. Desde esa edad le agarré el gusto a la naturaleza. No se imagina la paz que me da estar lejos del ruido de la ciudad, frente al agua.
A mis tres hijos les sé llevar, pero el mayor, que tiene 22 años y se llama igual que yo, es el que siempre me acompaña. Hemos ido al Cotopaxi, a Papallacta, a donde nos inviten… Ya tenemos experiencia, pero, para que vea, a veces la montaña hasta a los viejos nos sorprende.
El 14 de junio me desperté a las 05:30 y le levanté a mi hijo para irnos a Papallacta. Teníamos que encontrarnos a las 07:30 con unos amigos en el sector de la Virgen, justo en las antenas. Eran unos jóvenes que nos hicimos amigos y nos invitaron a las lagunas de Loreto.
Caminamos unos 40 minutos, quizás un poco más, para llegar al lugar. Habrán sido las 10:00. Pasamos un lindo momento y pescamos hasta eso de las 15:30. Sentí que me dolía la rodilla y tomé la decisión de adelantarme de regreso. Me dijeron “con gusto don Marcelo, vaya no más”. Me dicen así porque soy el más viejito de ahí. Mi hijo se quedó con ellos.
Seguí el camino de vuelta, pero como no conocía no estaba tan orientado. En un punto vi dos montañas y en lugar de irme a la izquierda, seguí recto. No me preocupé porque estaba haciendo buen día, con mucho sol. Seguí caminando por más de una hora y nada que llegaba al lugar donde dejamos los carros.
Cuando en eso se asomó mi hijo atrás mío, y me dijo “papi me parece que por aquí no es”. Y tenía razón. Ahí pensé por primera vez: “me cargó el páramo”. Seguimos caminando y a eso de las 17:30 ya me di cuenta que estábamos perdidos.
Subimos una loma y tuvimos señal en el teléfono. Ahí pudimos ver dónde estábamos, nos habíamos separado de la ruta unos 9 km. Intentamos salir, pero nos dimos cuenta de que era imposible, así que a eso de las 18:00 llamamos al ECU-911.
Hablamos con los Bomberos de Baeza y uno de ellos nos pidió que nos tranquilizáramos y dijo que iban a mandar un equipo a rescatarnos.
Nos empezó a dar hambre. Solo teníamos media cola, pan y unos cigarrillos. También empezó a hacer frío. No estábamos vestidos como para pasar la noche ahí; en calentador, con una chompa y botas. A eso de las 20:00 vimos unas luces a unos 7 kilómetros, pero nosotros no teníamos cómo llamar la atención. La luz del celular no alumbra nada.
Había pantanos. En esa zona, además, hay pumas y osos. En eso vimos que las ramas habían formado una especie de hueco en el suelo y decidimos acomodarnos ahí para pasar la noche.
Comenzamos a cortar pajar para hacer la camita. Teníamos dos fundas de basura, la una nos pusimos en las botas para el frío y con la otra nos cubrimos las cabezas. El frío en las rodillas era insoportable, por más que nos pusimos paja. A las 02:00 empezó a llover, y 02:30 comenzó a caer lo que llaman ‘papacara’, una especie de nieve. El cuerpo como quiera nos calentábamos abrazándonos, pero los pies se estaban congelando. Las horas eran eternas, no pasaba el tiempo.
Yo desde niño viví en ese clima, conozco el páramo, y sabía que por una noche no nos íbamos a morir. Fumamos un poco, eso nos ayudó. A las 06:00 llamamos otra vez al 911 y nos dijeron que desde las 05:00 salieron a buscarnos los Bomberos de Quito. Por la hipotermia empezaron a darme calambres.
Nos encontraron a las 06:40. Fue una alegría el verles a los cuatro bomberos y al guardaparques. Nos dieron jugo, chocolate y galletas. Nos revisaron a ver si estábamos bien y nos preguntaron si podíamos caminar. Ese momento empezó a llover y debimos caminar tres horas más hasta donde estaba la ambulancia.
Los bomberos nos aconsejaron que, cuando vayamos a la montaña, siempre hay que estar en grupo. Verle a mi esposa esperándome me rompió el corazón. A ella le habían avisado a las 23:00 del día anterior que mi hijo y yo estábamos perdidos. Estaba desesperada. Aprendí mucho ese día. El páramo es páramo, y si uno es imprudente, le carga porque le carga”.
Consejos
Jonathan Pazmiño, del Cuerpo de Bomberos, recomienda valorar el clima antes de ir a la montaña. Evitar hacerlo, si está nublado.
Avisar a algún familiar a dónde se va y a qué hora se estará de regreso. Y tener un mapa o GPS.
Llevar alimentos como atún, galletas, barras energéticas, dulces, y bebidas hidratantes. Ir con calzado y vestimenta adecuados.
Hoja de vida
Marcelo Vinueza nació el 15 de marzo de 1969, en Tambillo. Desde el 2011 trabaja como conductor de las unidades del Trolebús.