Entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Colombia y EE.UU. El Ecuador paró las negociaciones en el anterior Gobierno y el presente reniega de ese tipo de opciones.
Mientras que para Colombia el TLC supone nuevas oportunidades comerciales, exportaciones, negocios, y abrirse puertas para colocar sus productos, el Ecuador se queda al margen. Perú, por su parte, tiene su TLC desde hace tres años.
Las autoridades colombianas valoran su acuerdo comercial, labrado durante años de largas negociaciones, como una buena tarjeta de presentación en el mundo.
Ecuador tiene en Estados Unidos el país con mayor complementariedad, es decir aquel mercado donde mayor cantidad de productos y en mejores condiciones puede colocar. Esa realidad, que supera el solo hecho de las compras de petróleo, debió ser una prioridad cuando se negociaba el acuerdo. Después de arduas rondas durante el gobierno de Alfredo Palacio se abandonó la mesa de diálogos y el país se cerró una puerta, la más importante, para nuestro comercio exterior.
Al iniciarse el gobierno de Rafael Correa se minimizó la importancia de un TLC con EE.UU.; se dijo que se abrirían otros mercados que, al cabo de 5 años, han sido esquivos.
La Unión Europea pone marcos de referencia para acuerdos similares: los existentes con Colombia y Perú. Las autoridades ecuatorianas, por un prurito semántico e ideológico, han preferido no hablar de tratados sino de un acuerdo multipartes que tarda en llegar.
La vigencia del TLC de Colombia nos debe poner a trabajar a velocidad en el Atpdea y buscar con premura nuevos mercados para no perder competitividad, la que han sabido conquistar con paciencia y buen tino nuestros vecinos.