Varios días después del anuncio de la decisión europea de facilitar un millonario rescate a los bancos españoles, los fondos aún no fluyen. Un control severo y la responsabilidad en los compromisos parecen las fórmulas indispensables.
En una economía globalizada la interdependencia es cosa natural de comprender. Tanto que la crisis europea, cuyas causas se pueden encontrar en los problemas de Grecia, Irlanda, Portugal, España y aún Italia, podría desestabilizar a la moneda común.
Los esfuerzos por salvar el sistema merecen la pena, ya que los impactos de un paulatino desmembramiento del euro de algunos países -como muchos suponen- como consecuencia de sus particulares problemas podrían acarrear peores traumas que los ajustes ahora indispensables.
Pero contener la caída de España es prioridad, y si bien los expertos estiman que la crisis española dista mucho de la griega, no pierden de vista que la vulnerabilidad persiste en el país ibérico, como sucedió esta semana con la prima de riesgo que siguió su ascenso. No hay que olvidar que la burbuja inmobiliaria que estalló y que no pudo ser controlada por el Gobierno socialista del PSOE desató la crisis que ahora le estalla en las manos al Gobierno derechista del Partido Popular.
En una importante entrevista concedida al diario El País de España, el ministro de Hacienda Alemán Wolfang Schäulbe, hace precisiones. Él cree que los créditos no llegarán este año, que todo depende de un control y seguimiento responsable y recuerda que el monto millonario de dinero destinado al rescate no es una donación sino un crédito. Hay una advertencia importante: solamente el crecimiento económico garantiza el mantenimiento del Estado de Bienestar.