La noticia mundial de la amenaza de Corea del Norte en contra de Corea del Sur y las bases estadounidenses pone en alerta al mundo, especialmente a los países amenazados y a sus vecinos cercanos. Kim Jong-un es un joven gobernante que está en el poder por la fuerza de una maquinaria político-militar que ha lucido monolítica desde el fin de la guerra de Corea. Un millón de soldados, potente armamento dotado por China Popular, una cúpula militar rígida, impenetrable y un partido único, el Partido Comunista, son el escenario político de una dictadura caudillista que tiene a la población en el atraso y la miseria.
Por contraste, Corea del Sur, aliada de Occidente, progresa y crece. Su prosperidad enerva al caudillo, que es hijo de Kim Jong-il y nieto de Kim Il-sung.
Los movimientos militares recibieron una réplica de maniobras militares de EE.UU. y Surcorea. Moscú y Pekín piden calma y cautela. Los vecinos asiáticos observan con nerviosismo. Lejos, en el Vaticano, el papa Francisco, que no cesa de enviar mensajes positivos en pro de la humanidad, pidió el domingo de Pascua por la paz en Corea, igual que en Siria, desangrada por una guerra civil.
En Ecuador, el Gobierno, por intermedio de su Vicecanciller, exigió cordura para tratar la situación con diálogo y en paz, mientras que pidió a Estados Unidos, Rusia y China “no exacerbar la tensión”. Corea del Norte es blanco de todas las miradas. La paz está amenazada.