La dinámica político electoral es agobiante. El Ecuador es un país que se ha acostumbrado a vivir en elecciones consecutivas. No solamente por los comicios de medio período de épocas anteriores sino, además, por las consultas populares.
El partido de Gobierno, hoy triunfador contundente, sabe que el reto para refrendar su poder tendrá un nuevo momento en los comicios del 16 de febrero del 2014, cuando se elegirán prefectos y alcaldes.
En esas elecciones no solo se juegan importantes basas del poder local sino que puede seguirse armando el tablero con miras a la contienda presidencial de 2017.
Algunos candidatos todavía se toman su tiempo de descanso y otros partidos no salen de su asombro ante el vendaval de votos obtenidos por Rafael Corra y AP, magnificados por el método D’Hont.
Algunas tiendas políticas se plantean estrategias para afrontar su realidad: ser oposición minoritaria y dispersa en la Asamblea, donde el oficialismo lucirá como una nueva y hegemónica aplanadora.
Si bien están por verse las amalgamas internas o las grietas que AP puede experimentar, el panorama para los derrotados no es mejor. Solo con trabajo político, formación de cuadros y siembra de base podrán afrontar con medianas posibilidades de éxito la tarea de dibujar desde los poderes seccionales un mapa con un color distinto al verde flex que por hoy domina el espectro.