La consulta popular es una institución por la cual la autoridad somete a consideración del pueblo una pregunta (en el caso al que nos vemos avocados, a varias e innecesarias), sobre un asunto de trascendencia nacional. Este mecanismo se estableció en Ecuador por primera vez con la expedición de la Constitución de 1869. Según Rafael Oyarte, “a la luz de los textos constitucionales de 1869 y 1967, no se verificó ninguna consulta popular”. Hoy se intenta manosear, por razones políticas, a esta figura que en regímenes democráticos se la emplea en contadas ocasiones, pero ciertos personajes grises de la historia la han convertido “en un instrumento para legitimar el ejercicio espúreo del poder” (Jorge M. García Laguardia), como Marcos Pérez Jiménez en 1957 en Venezuela, y Carlos Astillo en Guatemala en 1954, quienes pretendieron perpetuarse en el poder por medio de consultas.
La Constitución de EE.UU. de 7 artículos, fue expedida en 1787 y en todo este tiempo ha sufrido 27 enmiendas. La primera en 1791 y la más reciente en 1992. Eso demuestra que la Carta Magna es para la nación, no para el uso y mal uso del gobernante.
La primera enmienda, aún vigente luego de más de doscientos años de aprobada, dispuso que el Congreso no pueda expedir leyes que coarten la libertad de palabra o de imprenta. Pocos podrán insinuar que en los EE.UU. la “prensa es corrupta”, o que el sistema democrático estadounidense se encuentra en peligro por “gorditas horrorosas”. En esa nación no se ha perseguido, maltratado o hecho despedir a periodistas. ¿Sabrá el sr. Correa de la labor periodística en el caso Watergate’ o será que eso mismo le asusta? La libertad de expresión fortalece los sistemas democráticos, el pueblo se entera de lo ejecutado por el gobernante. Cuando se quiere ocultar fechorías, se silencia a la prensa.
¿Acaso se busca gobernar sin que el pueblo sepa de las andanzas del Ejecutivo? No de otra forma se entiende que la pregunta 4 de la consulta contemple la posibilidad de crear un Consejo de Regulación para aprobar “la difusión de contenidos de televisión, radio y publicaciones de prensa escrita que contengan mensajes de violencia, explícitamente sexuales o discriminatorios’”. Otro paso para callar a los que piensan que la información es signo de libertad. Un pueblo informado es difícil de engañar. Gracias a esta libertad, se conocieron las monstruosidades de Hitler y Mussolini. Ahora sale a la luz los asesinatos en Cuba. Se sabe que el amigo de Correa, el señor Gadafi, roba y mata sin temor ni compasión. Gracias a la prensa se tiene noticia de los inmorales festines de Berlusconi. Ante esta pregunta, cuyo fin es perpetuar las sinverguencerías, la respuesta es obvia.