Las imágenes de los puntapiés propinados por miembros de la Policía contra una persona afligen. Hay que investigar a fondo y tomar correctivos.
El hecho ocurrió la madrugada del domingo en Guayaquil. Los videos ampliamente difundidos muestran a tres policías mientras agredían en el suelo a una persona.
Cuando una mujer se acerca, es intimidada con el pecho por uno de los agentes. Acto seguido, el uniformado saca un arma, baja de la vereda hacia la calzada y dispara.
El efecto multiplicador de las redes sociales fue grande y es uno de los signos de los tiempos que vivimos. Nada se oculta mucho tiempo para todos. A priori, el video, sin mirar otras imágenes del contexto, puede suponer un uso indiscriminado de la fuerza por parte de los uniformados.
La Ministra de Gobierno ha afirmado que la división de Asuntos Internos de la Policía Nacional investigará el suceso. Pudiera haber sanciones contra los hechores del acto violento. Hay quienes piden su expulsión de las filas policiales.
La Policía explica que es una zona compleja, donde pululan prostitutas y sus adláteres. Estaban aún vigentes la excepción y el toque de queda que, está claro, no se observaban.
Hay quienes en las informaciones argumentan que antes de la reacción hubo ataques a los policías. Esa teoría debe investigarse y determinar el conjunto de los hechos. Una evidencia es el patrullero con sus vidrios destruidos. Hay un ciudadano detenido en el episodio.
Pero bajo esa posibilidad reprochable desde todo punto de vista, la reacción violenta y abusiva no se justifica. Es muy duro el trabajo policial en zonas rojas y con personas peligrosas. Lo sabemos, pero el uso progresivo de la fuerza debe ser una línea de conducta aplicada siempre.
El momento tenso del mundo a veces desata acciones y reacciones violentas e insospechadas. Ahí están los sucesos de abuso policial en Estados Unidos o la reciente ola de violencia en la capital de Colombia.
El tema debiera llamar a serias reflexiones a todos, en momentos de protestas y de precampaña electoral.