Existen varios estudios que analizan lo que la sociedad espera de los políticos, siendo las características más relevantes la honradez y la sinceridad, sumadas a otras como amplio sentido del deber, formación, autocontrol democrático y tolerancia con la oposición, lo que todo junto crea un entorno favorable para una democracia de calidad. En ese sentido, el aspecto de los políticos que más importancia tiene para los ciudadanos es el relativo a los valores, entre los cuales también deberían encontrarse la dignidad y la vergüenza.
Así, si es que eso es lo que demanda la sociedad a los políticos, pues se debería esperar que éstos actúen en consecuencia, generando un proceso de retroalimentación a fin de que los ciudadanos sigan confiando en ellos y, en caso de que no cumplieren, que al menos tengan la vergüenza y la dignidad de dar un paso al costado por haber defraudado esa confianza.
Sin embargo, los ecuatorianos bien sabemos que esa no es la tónica en nuestro país, en donde más bien, cuando los políticos son descubiertos actuando deshonestamente, se declaran perseguidos políticos y de ser el caso, se aferran a sus cargos con uñas y dientes o huyen, infligiendo un enorme daño a la sociedad, que, en primer lugar, pierde la confianza en todos los políticos; y, en segundo lugar, empieza a pensar que tal vez la deshonestidad y la corrupción son males inherentes al quehacer de la política, pervirtiéndola.
De esta forma, en Ecuador, de acuerdo con el Barómetro de las Américas de 2016, encontramos que más de la mitad de los ciudadanos pensamos que todos los políticos son corruptos, a lo que se debe añadir que apenas para el 1,7% de nosotros la corrupción es el problema más importante que aqueja al país y que tenemos elevados niveles de tolerancia hacia ésta, justificándola, situación muy preocupante porque lo que podría significar es que este flagelo se ha normalizado en el país, transformándose en un resultado esperado en cualquier transacción que se lleve a cabo entre ciudadanos y funcionarios públicos.
Esto, a su vez, afecta también la confianza de los ciudadanos en la democracia y en la capacidad del gobierno para atender sus demandas, los que se ven tentados a actuar por fuera del marco legal para obtener resultados satisfactorios. De esta forma, casi la mitad de los ecuatorianos se muestran insatisfechos con como funciona la democracia en el país.
Así, si ciertos políticos ecuatorianos realmente tuvieran algún sentido de país, lo que deberían hacer luego de ser descubiertos involucrados en casos de corrupción, como cobrar diezmos, por ejemplo, habiéndole fallado a los ciudadanos que confiaron en ellos, es tener algo de vergüenza y retirarse, permitiendo que la justicia siga su curso. Que tengan dignidad, que ya suficiente daño le han hecho al país.