Gota a gota, poco a poco, siguen llegando venezolanos al Ecuador, cada día, por la frontera de Rumichaca.
Un porcentaje alto de personas prefiere seguir rumbo a Perú o Chile, unos cuantos buscan trabajo, muchos, dolorosamente, han sido víctimas de abuso, discriminación, trata de personas como crimen organizado y hasta prostitución.
La semana pasada la policía rescató en Guayaquil a tres menores de edad en un lenocinio clandestino.
Los testimonios recogidos por este Diario muestran que varios de los migrantes prefieren dirigirse hacia la Costa. Ellos piensan que allá hay más oportunidades de trabajo y aluden a una menor xenofobia.
Los datos muestran que Guayaquil, Manta y Santo Domingo de los Tsáchilas son algunas de la ciudades preferidas de los migrantes venezolanos por distintas razones. Una de ellas es que en algunas de esas ciudades tienen parientes o amigos.
Muchos están en albergues temporales. Esos centros de acogida les dan cabida por solo tres días, de acuerdo a sus posibilidades organizativas.
Mientras esa realidad la pulsamos en la calle y con los protagonistas del drama, los países de la región se reúnen en el segundo encuentro diplomático de nivel técnico.
El canciller ecuatoriano José Valencia hizo un llamado enfático a la región, para pasar de la declaración a la acción en materia migratoria.
El Ministro de Relaciones Exteriores hizo énfasis en las causas que mueven a estas personas a dejar su país: la crisis económica, institucional y política.
Además, el embajador Valencia llamó una vez más a los organismos de cooperación regional y mundial.
La ONU sostiene que en cuatro años han salido en este éxodo tres millones de venezolanos.
A la cita faltaron, por ejemplo, Venezuela, causante del problema; Honduras, que atraviesa una situación similar con la gigante movilización humana a Estados Unidos.
El Ecuador, hoy país de acogida, antes fue de expulsión de gente que marchó a EE.UU., Venezuela y Europa. El mundo da vueltas.