La denuncia es fuerte. Varias de las obras constructivas en el Consejo Nacional de la Judicatura, durante los últimos períodos, se abrían efectuado con sobreprecios millonarios.
Si bien es un tema recurrente que en su momento fue consultado al titular del período antepasado, ahora la documentación abundante que Marcelo Merlo Jaramillo entregó al fiscal General Paúl Pérez Reina y remitió a la Contraloría debe ser estudiada con prolijidad y pulcritud.
El país exige transparencia en todos los órdenes, y las autoridades que están llamadas a cuidar cada centavo proveniente de los fondos púbicos -que son dinero de todos los ecuatorianos-, debió priorizar el gasto y buscar contrataciones limpias, de la mejor calidad posible y al menor costo. Lo que ahora se denuncia podría ser ejemplo de lo contrario.
Uno de los factores que siempre se criticó en varias de las obras emprendidas en la institución es la exageración en los espacios y en aspectos en apariencia superfluos frente a otros de mayor magnitud en cuanto a la mejora de la marcha de la Justicia, como la tecnología y la conectividad.
Si bien es cierto que el aspecto físico de las dependencias públicas puede hablar bien del respeto al público que recibe los servicios, el tema de fondo es una garantía plena de la limpieza en los procesos y la agilidad en la ejecución. En cuanto a las obras, funcionalidad y sobriedad.
En la época dorada, cuando los gastos parecían caer en saco roto, el derroche fue evidente.
En la administración de justicia se construyeron edificios distantes, lo que complica la tramitología, pero en su edificación hay presunciones de sobreprecios que habrían beneficiado con dineros públicos a contratistas privados. Para colmo de males, se denuncia constantemente obras mal acabadas y con fallas en los sistemas de cañerías, lo que vuelve incómoda la atención al público.
Si, como se dice, muchas obras fueron efectuadas al amparo de declaratorias de emergencia sin concursos transparentes, el asunto es peor. Parece que, en efecto, en arca abierta hasta el justo peca. ¡ Y de qué forma!