Las zonas fronterizas han sufrido desde hace años abandono estatal, por estar lejos de los polos de poder y crecimiento.
La realidad que destapó la violencia y las graves fallas en la seguridad de una zona vulnerable, pasan por los aspectos de vigilancia de las Fuerzas Armadas -llamadas a proteger la integridad territorial y a hacer prevalecer la soberanía nacional-. Lo atinenente al orden interno están a cargo de la Policía, pero los problemas no solo se quedan allí.
El Estado debe manifestarse en la dotación de recursos, salud, educación, escuelas y obras básicas. El agua potable, por ejemplo, no alcanza para toda la población y el déficit de ingresos del cabildo en San Lorenzo y otros cantones esmeraldeños es manifiesto.
El presupuesto estatal es insuficiente y los ingresos seccionales son magros, pues hay poca actividad y recaudación. La prestación de servicios de salud es otro problema al que se enfrentan los pobladores fronterizos.
Es la realidad que sale a flote cuando se analiza en detalle la situación. Este Diario empezó a publicar desde ayer una radiografía de la zona en una serie que tendrá una veintena de entregas.
Hay un sinnúmero de aspectos sobre los cuales es necesario tomar conciencia, más allá de la constatación de la presencia del crimen organizado y sus consecuencias negativas. Es necesario reconstruir el tejido social, económico político-administrativo y cultural.
Solo así se podrá reactivar un imprescindible y urgente círculo virtuoso.