A cinco días del cierre de la campaña por el sí y el no en la consulta popular y referendo del 4 de febrero, es necesario llamar la atención sobre hechos que la ponen en riesgo y la empañan.
Si bien para alguna autoridad electoral no se ha llegado realmente a un ambiente de violencia, los enfrentamientos verbales y físicos, así como los ataques a sedes políticas,contradicen lo que debiera ser un debate de ideas.
Es verdad que hay un ambiente de destape frente a años de control sistemático de la protesta; hay, asimismo, desesperación, no exenta de prepotencia entre quienes se acostumbraron a manejar el poder sin beneficio de inventario. Las cosas, definitivamente, no son como eran hasta hace poco tiempo.
Pero la violencia no se justifica desde ningún punto de vista. Nunca se ha justificado, precisamente porque abre heridas que pueden volverse irreparables. El país tiene innumerables ejemplos en su historia pasada y reciente.
Tampoco cabe utilizar esta campaña como un espacio para la simple promoción política de ocasión. Lo que cabe es la explicación de las preguntas para que el voto -aún obligatorio- sea producto de la información y de la reflexión.
Los hay en los medios, en la academia y las organizaciones sociales, pero hacen falta más espacios para explicar el alcance de cada una de las preguntas.
Al fin y al cabo, después de una etapa de gran polarización y de una válvula de escape, el país tiene que seguir adelante y en paz después del 4 de febrero.