Soy un profesional de la educación con títulos legalmente obtenidos dentro y fuera del país y amplia experiencia en ésta, la tarea más maravillosa a la vez que compleja y delicada. Maravillosa, porque es un privilegio tener que responder por el destino de nuevas generaciones; compleja porque nada en el mundo es de tanta responsabilidad como es la formación integral de niños y jóvenes para que asuman los desafíos de la vida, cuando tengan que desempeñarse como adultos que pronto e irremediablemente serán; y delicada, porque no se puede improvisar a riesgo de ser culpables del delito de lesa humanidad y jugar con el porvenir de la propia humanidad, como vemos que se trata a la educación en nuestro país: sin profesionales preparados y calificados en Ciencias de la Educación, sin un Plan Nacional que técnicamente estructurado, científicamente fundamentado, pedagógicamente instrumentado, moralmente difundido y políticamente respaldado y financiado, siente las bases del tipo de sociedad que se quiere. Sin embargo la educación es el sector más mal tratado y ultrajado, por lo que se me ocurre el disparate: “quiero ser ministro de Educación” a ver qué les parece al señor Presidente y al señor ministro de Educación cuando con gran pompa hablan de llenar los cargos docentes con “aficionados” que solo deben dar un “examen de conocimientos” ante otros aficionados que dirigen el milagroso programa “Quiero ser Docente”, con lo que simple, milagrosa y virtuosamente convierten en profesionales de la tarea más hermosa y delicada de la sociedad a personas improvisadas que desconocen de Pedagogía, Filosofía de la Educación, Psicología Educativa, Prospectiva Social, cultural y Educativa, Deontología … ¿Mejorará algún día la educación? Posiblemente sí, allá en la eternidad.