Bogotá vivía con un pulso acelerado la víspera del Día del Padre el sábado. Nadie hubiese imaginado que volvería el estrépito y la muerte de una bomba.
El Centro Comercial Andino, en un sector muy concurrido del norte de la capital colombiana, fue elegido como blanco de una bomba terrorista anónima que mató a tres personas y dejó heridas a otras 11. Las escenas de la tragedia se repitieron como en un esperpéntico recuerdo de episodios brutales que vivió Colombia en el pasado. Varias ciudades conocieron el vértigo del desasosiego y el miedo ante las bombas terroristas y nadie esperaba que hechos así volvieran a ocurrir.
A principios de año otra bomba criminal estalló en las cercanías de la plaza de toros cobrando víctimas entre jóvenes policías.
El presidente Juan Manuel Santos dejó oír su rechazo conmocionado y el Alcalde de Bogotá se hizo presente en el lugar del atentado.
Bogotá fue sacudida en épocas pasadas por atentados terroristas. La historia de Colombia ha estado marcada por la violencia. Las guerrillas, el narcoterrorismo y los paramilitares que se formaron como respuesta, cobraron más de dos centenares de miles de muertes.
Recién el acuerdo con las FARC – que no convence a todos – marcó el cese de las operaciones de este grupo violento y se abrió la negociación con la guerrillera: ELN. El atentado del fin de semana vuelve dejar su huella de sangre, dolor y muerte. Paz para Colombia.