En su reciente visita a Washington, el líder palestino Mahmoud Abbas sorprendió a muchos encomiando al presidente norteamericano, Donald Trump. A través de los oficios de un traductor, Abbas describió a Trump, que había prometido “conseguir” un acuerdo de paz entre Israel y Palestina, como “corajudo” e inteligente, y elogió la “gran capacidad de negociación” de Trump. “Ahora, Sr. Presidente”, concluyó Abbas en inglés, “con usted tenemos esperanzas”.
La cuestión es si esa esperanza tiene sustento.
Después de todo, en su propia declaración pública, Trump no hizo ninguna referencia a la solución de dos estados, y sus vagos comentarios sobre la paz (mencionada 11 veces) hicieron escasa mención de la necesidad de que Israel (también mencionado 11 veces) pusiera fin a su construcción ilegal de asentamientos. Y Trump recurrió en sus declaraciones a la expresión asimétrica que tanto ha utilizado en el pasado: Israel y los palestinos.
La realidad es que, desde hace mucho tiempo, Trump les viene dando a los palestinos motivos de preocupación. Durante su campaña electoral, Trump habló del traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén y condenó la decisión de la saliente administración Obama de abstenerse de votar una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que denunciaba los asentamientos israelíes (en lugar de vetarla). Una vez electo, Trump nombró como embajador estadounidense en Israel a su abogado especialista en quiebras, David Friedman, que tiene una larga historia de respaldar las causas israelíes de derecha (y hasta de donar dinero a un asentamiento de Cisjordania).
Sin embargo, Abbas mantuvo silencio sobre estas cuestiones. El simple hecho de que Trump lo hubiera invitado a la Casa Blanca tan al inicio de su mandato parecía darle motivo de optimismo. Y Trump ya había dedicado cierta atención a resolver el conflicto palestino-israelí, encargando a su yerno y asesor de confianza (aunque totalmente inexperto) Jared Kushner la elaboración de un acuerdo de paz.
Por supuesto, las promesas de negociar la paz no son nuevas para un presidente estadounidense. Pero Trump no es un presidente estadounidense como cualquier otro. Muchos palestinos se sienten alentados por el hecho de que no parece atado a las ideologías habituales influenciadas por los lobbies y a compromisos de los partidos políticos norteamericanos. En su opinión, un presidente estadounidense que pone a “Estados Unidos primero” sin duda entenderá la insensatez de invertir demasiado capital político y financiero en Israel, que ofrece pocas ventajas estratégicas para Estados Unidos, a costa de una mayor inestabilidad en Oriente Medio.
La imagen de Trump de negociador nato refuerza este discurso esperanzador.
Daoud Kuttab
Project Syndicate